"En campo, sable, la letra A, gules."
El Castillo de Finvarra
lunes, 30 de mayo de 2016
martes, 26 de enero de 2016
"The Sphinx", by Oscar Wilde
"Desde un ángulo oscuro de mi estancia, durante más tiempo del que puedo imaginarme, una Esfinge bella y silenciosa me acecha a través de las tinieblas ondulantes. Intangible y quieta, no se alza ni hace el menor movimiento. Poco le importan las lunas de plata y los soles remolinantes. En el aire el rojo sustituye al gris; las oleadas de luna descienden, pero cuando llega el alba, ella no se va y cuando vuelve la noche, sigue ahí.
La aurora sigue a la aurora y las noches declinan, y durante todo ese tiempo esta extraña gata permanece extendida sobre el tapiz chino, con sus ojos de raso fijos en la orla de cero. Permanece acostada sobre el tapiz, espiando oblicuamente, y sobre su pecho color roble ondea su piel suave y sedosa, con estremecimientos que llegan a veces hasta sus orejas puntiagudas. Acércate ya, mi hermoso senescal, que dormitas en tu postura estatuaria. Acércate ya, ser de una extravagancia exquisita, mitad mujer, mitad animal.
Acércate, encantadora y lánguida Esfinge mía, ven a colocar tu cabeza sobre mi rodilla y déjame pasar una mano acariciadora por tu pecho y examinar tu cuerpo moteado como el de un lince. Déjame tocar esas garras ganchudas, amarillo pálido, y coger a manos llenas esa cola que, semejante a una monstruosa serpiente, se enrolla alrededor de tus patas aterciopeladas. Un millar de siglos lentos te pertenecen, cuando yo, en cambio, he visto apenas veinte estíos despojarse de su verde librea para vestir la librea abigarrada del otoño.
Pero tú sabes leer los jeroglíficos en los grandes obeliscos de granito, has conversado con los basiliscos y has mirado frente a frente a los hipogrifos. ¡Oh! Dime, ¿estabas tú presente cuando Isis se arrodillaba delante de Osiris, y viste a la Egipcia cuando hacía disolver la perla para Antonio y bebía aquel vino embriagado todo de la joya, e inclinaba la cabeza con un terror fingido para ver al colosal procónsul sacar de la espuma el atún salado.?
¿Y espiaste a la Cipriota cuando besaba al blanco Adonis, sobre su lecho fúnebre? ¿Seguiste a Amenalk, dios de Heliópolis? ¿Hablaste con Thoth y oíste llorar a Io, coronada de cuernos lunares? ¿Conociste a los reyes pintados que duermen bajo la Pirámide poliédrica? Alza tus grandes ojos de raso negro, semejantes a unos cojines donde se deja uno caer. Ven a estirarte a mis pies, fantástica Esfinge, y cuéntame tus recuerdos.
Háblame de tus cantos de la Virgen India que caminaba errante con el Santo Niño y dime cómo les guiaste a través del desierto y cómo durmieron bajo tu sombra.
Háblame de aquel verde atardecer cargado de perfumes, cuando acostada junto a la ribera escuchaste la risa de Antinoo desde la barca dorada de Adriano, y cuéntame cómo bebiste en la corriente calmando tu sed y cómo contemplaste con una mirada ávida y ardiente el cuerpo de marfil de aquel joven y bello esclavo cuya boca parecía una granada.
Háblame del laberinto que servía de establo al toro de doble forma. Háblame de la noche en que te arrastrabas sobre el plinto granítico del templo, en donde el ibis escarlata revoloteaba por los corredores tapizados de púrpura, chillando asustado, y del horrible rocío que caía gota a gota de las mandrágoras dolientes y del enorme soñoliento cocodrilo que vertía lágrimas cenagosas en tu estanque y que, arrancando las joyas prendidas en sus orejas, volvía hacia el Nilo con movimientos vacilantes.
Cuéntame cómo te maldecían los sacerdotes, en salmos entonados con voz chillona, el día en que cogiste entre tus garras a su jefe, y cómo te deslizaste a rastras para saciar tu pasión bajo las palmeras temblorosas. ¿Quiénes eran entonces tus amantes, quiénes eran los que luchaban por ti en el polvo? ¿Cuál era el instrumento de lujuria, quién era tu amante cotidiano? ¿Era uno de aquellos lagartos gigantes que venían a enroscarse ante ti, entre los cañaverales de la ribera? ¿Venían a arrojarse sobre ti, sobre tu lecho revuelto, los grifos de grandes costados de metal?
¿Venía el monstruo hipopótamo a
abrazarse contigo entre la bruma? ¿Eran los dragones de escamas
plateadas los que se retorcían de pasión en nudos complicados,
cuando pasabas junto a ellos? ¿Y qué horrible quimera fue la que
salió del sepulcro licio, de ladrillos, con sus cabezas espantosas y
sus temibles llamas para hacer engendrar a tu seno nuevas
maravillas?...
¿Es que albergabas inconfesables
huéspedes secretos o es que arrastrabas a tu mansión a alguna
Nereida envuelta en la espuma ambarina, con unos senos extraños de
cristal de roca? ¿Es que ibas, hollando con tu pie la espesa bruma,
a visitar a la bronceada Fenicia y a pedirle noticias de Leviatán o
de Behemot? ¿O es que subías, cuando el sol había desaparecido,
por la pendiente bordeada de cactos, al encuentro de tu negro Etíope,
cuyo cuerpo era el pulido azabache?
¿Es que ibas, mientras los barcos de barro cocido encallaban en los pantanos del Nilo, al atardecer, cuando los murciélagos de vuelo incierto giraban alrededor de los triglifos del templo, es que ibas con furtivo paso hasta el borde de la ribera, para atravesar a nado el lago silencioso, y desde allí, deslizándote en la bóveda, hacer de la Pirámide tu lupanar hasta el punto de hacer salir de cada uno de los negros sarcófagos al muerto, pintado y vendado? ¿O es que atraías a tu lecho al Trageofos de cuernos de marfil?
¿Es que amaste al Dios de las Moscas que atormentó a los Hebreos y que estaba manchado de vino hasta la cintura, o a Pasht, que tenía dos berilos verdes por ojos? ¿Quizá fue a aquel joven Dios, al Tirio, que era más amoroso que la paloma de Astaroth? ¿O amaste al Dios del Asirio, cuyas alas, semejantes a una extraña y transparente mica, rebasaban ampliamente su cabeza con un pico de halcón, que estaba pintada de plata y de rojo, rodeada de fajas de oricalco?
¿O acaso el enorme Apis saltó de su carro para arrojar a tus plantas las gruesas flores del nenúfar que tenía el aroma y el color de la miel?...
¡Qué sutil es tu sonrisa! ¿Entonces es que no has amado a nadie? No; bien sé que el gran Amnón fue tu compañero de lecho. Se tendió junto a ti a orillas del Nilo.
Los caballos acuáticos que frecuentan los pantanos hicieron resonar sus trompetas cuando le vieron venir, todo perfumado de gálbano de Siria, todo impregnado de nardo y de tomillo. Él siguió la orilla del río, parecido a una vasta galera de velas de plata. Caminaba a largos pasos por las aguas armado de belleza y las aguas se abrían ante él. Caminaba a largos pasos por la arena del desierto. Llegó al valle en que tú estabas acostada. Esperó a la aurora y entonces tocó con su mano tus negros senos.
Tú besaste su boca con los labios de brasa. Hiciste tu presa del dios cornudo. Te mantenías en pie detrás de su trono y le llamabas por su nombre secreto. Murmurabas monstruosos oráculos en las conchas de tus oídos, y con sangre de cabras y de toros le enseñaste a hacer monstruosos milagros. Mientras fue Amnón tu compañero de lecho, vuestra cámara nupcial era el Nilo cubierto de vapores, y con tu sonrisa arcaica de sinuoso contorno mirabas crecer y disminuir su pasión.
Su frente relucía de óleos sirios, y sus miembros de mármol, extendidos, desplegados como una tienda al mediodía, hacían palidecer la luna y añadían un nuevo brillo al día. Su larga cabellera medía nueve codos de envergadura; tenía color de esa gema amarilla que los mercaderes del Kurdistán llevan cosida en la orla de sus mantos. Su faz era como el mosto que cubre una cuba de vino nuevo. Los mares no podrían añadir nada a la perfección del zafiro de sus ojos. Su cuello, fuerte y suave, era blanco como la leche. Su pelo, una fina trama de venas azules; y extrañas perlas, que parecían rocío congelado, estaban bordadas sobre la seda flotante...
Sobre su pedestal de nácar y de
pórfido brillaba con demasiada intensidad para poder contemplársele,
pues sobre su pecho de marfil centelleaba la maravillosa esmeralda
del océano, esa misteriosa joya, de reflejos lunares, que algún
buceador de los abismos de Cólchide encontró entre las olas cada
vez más negras, y llevó a la maga de Colchis. Ante su carro dorado,
corrían unos coribantos desnudos con guirnaldas de pámpano, y filas
de altivos elefantes se arrodillaban para arrastrar su carro, y filas
de nubios negros llevaban su litera, mientras él corría la gran
avenida pavimentada de granito, entre los abanicos de movibles plumas
de pavo real.
Los mercaderes que vienen de Sidón en
sus navíos abigarrados le traían esteatita. La más inferior de las
copas que tocaban sus labios estaba hecha de un crisólito. Los
mercaderes le traían cajas de cedro llenas de ropajes suntuosos y
atados con cuerdas. La cola de su vestido era llevada por señores de
Memfis; reyes jóvenes sentíanse dichosos de su hospitalidad. Mil
sacerdotes rapados se arrodillaban noche y día ante el altar de
Amnón. Mil lámparas balanceaban su luz en la morada esculpida de
Amnón; y ahora la serpiente impura y la víbora moteada, con sus
crías, se arrastran de piedra en piedra, porque la morada está en
ruinas y el gran monolito de mármol rosa se ladea. El asno salvaje o
el chacal errabundo vienen a guarecerse en las puertas vacilantes.
Sátiros feroces se llaman a través de los fustes estriados que
yacen por el suelo, y en la cúspide del edificio está colgado el
mono de rostro azul, de Horus, que chilla mientras la higuera
resquebraja los pilares del peristilo.
El Dios yace aquí y allí en pedazos, profundamente escondido en la arena que el viento agita. He visto su testa granítica de gigante, convulsionada aún en su impotente desesperación; y muchas caravanas errantes de negros de aire imponente, con chales de seda, al atravesar el desierto, se detienen aterrados ante ese cuello demasiado ancho para poder abrazarle.
Y muchos beduinos barbudos abren sus
albornoces de rayas amarillas para lanzar una larga mirada sobre los
músculos titánicos de aquel que fue en otro tiempo su paladín...
Así es que ve a buscar los pedazos por
la llanura y lávalos en el rocío de la noche y rehaz juntando
piezas, una por una, a tu amante mutilado.
Ve a buscar allí donde yacen
abandonados, y con esos trozos, con esos restos, reconstruye tu
compañero despedazado y despierta locas pasiones en la piedra
insensible. Hechiza su pesado oído con himnos sirios. Él amó tu
cuerpo. ¡Oh, sé buena! Vierte nardo sobre su cabellera y enrolla
suaves bandas de lino alrededor de sus miembros. Ata en torno de su
cabeza el collar de monedas y devuelve a los pálidos labios su
color, con frutos rojos. Teje púrpura para sus caderas enflaquecidas
y púrpura también para sus riñones descarnados.
Marcha presurosa hacia Egipto. Nada temas. No ha habido más que un Dios que muriese, no ha habido más que un Dios que dejó a un soldado hundirle su lanza en el costado. Esos amantes tuyos no han muerto, y Anubis con la cara de perro, permanece en su puesto de honor, junto a la puerta de cien codos, con la mano llena de lirios de loto para tu cabeza, y, en lo alto de su trono de púrpura, el gigante Memnón dirige siempre sus ojos sin párpados al espacio vacío y, cada claridad amarillenta del alba, grita buscándote.
Y el Nilo con los restos de tu cuerpo, yace en su lecho de légamo, negro y, mientras tú no acudas, no desbordará sus aguas sobre el trigo que se agosta. Bien sé que tus amantes no han muerto. Se volverán a levantar. Oirán tu voz. Agitarán ruidosamente tus símbolos. Se regocijarán. Vendrán a besar tu boca. Por eso, apareja tus flotas, engancha caballos a tu carro de ébano, y ponte en marcha hacia el Nilo. O si te has cansado de divinidades fenecidas, sigue el rastro de algún león errante a través de la llanura cobriza, alcánzale, y cogiéndole por la melena invítale a servirte de amante. Tiéndete junto a sus costados sobre el césped, y clava tus dientes blancos en su pecho. Y cuando oigas el estertor de su agonía, azota tus largos flancos de bronce pulido y toma por compañero a un tigre, cuyos flancos color ámbar tienen mancaras negras, y monta su dorada grupa y franquea triunfalmente la puerta de Tebas, y revuélcate con él en amorosos juegos, y cuando se vuelva y gruña y enseñe los dientes, hiérele entonces mortalmente con tus garras jaspeadas o tritúrale, estrechándole contra tus senos de ágata.
¿A qué tardar? Vete de aquí, estoy cansado de tus gestos de languidez, cansado de tu mirada siempre fija, de tu soñolienta magnificencia. Tu aliento pesado y horrible hace vacilar la luz de la lámpara y sobre mi frente siento su humedad y los terribles rocíos de la noche y de la muerte. Tus ojos son como lunas fantásticas que tiemblan en un lago estancado. Tu lengua es como una serpiente escarlata que baila al son de unos aires fantásticos. Tu pulso late en melodías envenenadas y tu negra boca es como el agujero que dejan una antorcha o unas brasas sobre unos tapices sarracenos.
Vete. Las estrellas de tonalidades sulfúreas huyen veloces por la puerta del poniente. ¡Vete o quizá sea demasiado tarde para subir en sus silenciosos carros de plata! Ves: la aurora tiembla en torno de los grises campanarios que ostentan un dorado cuadrante; y la lluvia corre sobre cada vitral tallado como un diamante y sus lágrimas empatan el día ya descolorido. ¿Qué furia de cabellos de serpientes, recién salida del Infierno, ha podido huir con gestos de fealdad y de impudor, lejos de la reina, aletargada con adormideras, e introducirla en la celda de un estudiante?
¿Qué fantasma criminal tan desprovisto de canto como de voz, se ha deslizado a través de las cortinas de la noche, y viendo arder tan intensamente mi vela, ha llamado y te ha invitado a entrar? ¿No hay otros más malditos y de una lepra más blanca que la mía? ¿Se han secado quizá el Albana y el Farbar para que hayas venido hasta aquí a apagar tu sed?
¡Esfinge falaz! Esfinge falaz: cerca de los cañaverales de la Estigia, el viejo Carón, apoyado en su remo, espera mi óbolo. Parte tú antes y déjame ante mi crucifijo, desde donde el Pálido abrumado de dolor, pasea sobre el mundo su mirada desfallecida y llora por cada alma que muere: y llora en vano.
(La Esfinge – Oscar Wilde)
viernes, 8 de enero de 2016
Measure for Measure
"Take, O, take those lips away,
That so sweetly were forsworn;
And those eyes, the break of day,
Lights that do mislead the morn:
But my kisses bring again, bring again;
Seals of love, but sealed in vain, sealed in vain."
That so sweetly were forsworn;
And those eyes, the break of day,
Lights that do mislead the morn:
But my kisses bring again, bring again;
Seals of love, but sealed in vain, sealed in vain."
{Aleja, ¡oh!, aleja esos labios,
que tan dulcemente fueron perjuros,
y esos ojos, albas del día,
esplendores que engañan a la aurora:
pero devuélveme mis besos, devuélvemelos;
sellos de un amor, pero sellado en vano, sellado en vano.}
(Medida por Medida - William Shakespeare)
domingo, 3 de enero de 2016
Retorno
"Presago il core della tua
condanna, in questa tomba che per te s'apriva io penetrai furtiva, e qui, lontana da ogni umano sguardo,
nelle tue braccia desiai morire...!"
{Mi corazón previó tu condena, y
penetré a hurtadillas en esta tumba que se abría para ti, y aquí,
lejos de cualquier mirada humana... ¡deseé morir en tus
brazos...!.}
(Aida - Verdi)
¿Es
posible que pudiera presentirse realmente su condena... su caída?.
¿Escuchar casi el horrísono lamento de una criatura arrojada a los
Abismos...?.
Este
blog no obedece más que a un único propósito: elucidar semejante
cuestión insoluble, imposible, a que dedicaré toda mi vida.
sábado, 25 de mayo de 2013
The Firebird
Los rusos lo llaman Zhar-Ptitsa. El
pájaro de fuego.
Sus
plumas, como de pavo real, desprenden ígneo fulgor, rojo y dorado.
Su incandescencia sola basta para inundar de luz una habitación
oscura como si un sol de mediodía estuviera atrapado en ella.
Según
los cuentos, solo un zarevich
valiente y noble será capaz de encontrar al Zhar-Ptitsa
y llevarlo con él, o simplemente conseguir una de sus invaluables
plumas.
Pero
el mismo zarevich jamás podría acometer semejante empresa sin la ayuda del Lobo
Gris. Montado sobre su lomo, a través de los bosques como una
centella, encontrarán la manera de resolver la demanda. Pero sólo
en su unión estará la victoria.
viernes, 26 de abril de 2013
Walpurgis Night
30 de Abril
La noche de Walpurgis está consagrada al tenebroso mundo de
las brujas que salen de los infiernos, en compañía de Satán, para
entregarse a una loca zarabanda durante endiablados aquelarres.
(ÉDOUARD BRASEY)
(ÉDOUARD BRASEY)
***
La Noche de Walpurgis
(Las montañas de Harz, en el oscuridad, una fiesta de los demonios y las brujas. Fuegos fatuos.) CORO DE FUEGOS FATUOS: ¡Entre las nieblas, entre las cañas, entre las piedras y sobre las aguas, de sitio en sitio, traspasando la noche, se enciende y pasa un fuego brillante! ¡Alerta! ¡Alerta! ¡De lejos, de cerca, en la hierba verde, bajo los cipreses, llamas que se mueven, rayos helados, son las almas de los difuntos! (Fausto y Mefistófeles aparecen sobre la montaña.) FAUSTO: ¡Deténte! MEFISTÓFELES: ¿No me has prometido acompañarme en silencio? FAUSTO: ¿Dónde estamos? MEFISTÓFELES: ¡En mi imperio! ¡Aquí, doctor, mi poder es absoluto! Ésta es la noche de Walpurgis. CORO: Ésta es la noche de Walpurgis. ¡Hu, hu, hu, hu, hu, hu! FAUSTO: ¡Se me hiela la sangre! (Intenta huir.) MEFISTÓFELES: (Le retiene) ¡Observa! ¡Con sólo una señal mía, todo cambia y se aclara! (A una orden de Mefistófeles, se abren las montañas y aparece un palacio de oro, en medio del cual se ve una mesa con grandes manjares y rodeada de las reinas y de las damas de la antigüedad.) Hasta las primeras luces de la aurora, a resguardo de miradas profanas, te ofrezco un sitio en el festín de las reinas y las cortesanas. CORO: ¡Que se llenen las copas en honor de los antiguos dioses! ¡Que resuenen los cánticos de nuestros alegres acordes! MEFISTÓFELES: Bellísimas reinas de la antigüedad: Cleopatra la de los dulces ojos, Lais la de la encantadora frente, dejadnos, dejadnos por unos instantes ocupar un puesto en vuestro banquete. (a Fausto) ¡Vamos! ¡Vamos! ¡Para curar la fiebre de tu corazón herido, toma esta copa y que tus labios consigan olvidar en ella el pasado! CORO: ¡Que se llenen las copas!, en honor de los antiguos dioses! ¡Que resuenen los cánticos de nuestros alegres acordes! FAUSTO: ¡Remordimientos vanos! ¡loca alegría! ¡Es momento de que mi corazón olvide! Dadme y bebamos, bebamos hasta el fin Dadme y bebamos, bebamos hasta el fin MEFISTÓFELES: ¡Medianoche! ¡Medianoche! La mesa está dispuesta, ¡vivid! ¡Bailad! ¡Cantad! ¡sed los primeros, bebed! LAS CORTESANAS: ¡Medianoche! ¡Medianoche! La mesa está dispuesta, ¡vivamos! ¡Bailemos! ¡Cantemos! ¡seamos los primeros, bebamos! MEFISTÓFELES: En el festín de la vida el placer está invitado, el placer que los cielos niegan a los hombres para dárselo a los Dioses. Penetrad con vuestras llamas nuestros sentidos y nuestras almas, ¡licores embriagadores que os reís del amor y turbáis los corazones! MEFISTÓFELES Y CORTESANAS: ¡Medianoche! ¡Medianoche! La mesa está dispuesta, ¡vivamos! ¡Bailemos! ¡Cantemos! ¡seamos los primeros, bebamos! MEFISTÓFELES: Lejos de nosotros las caricias de estas castas ternuras que ahuyenta un beso temeroso como un pájaro que busca donde posarse. En estas locas orgías sobre estos manteles rojos el brocken borracho perdido quiere el amor sin languideces y desdeña los remordimientos MEFISTÓFELES Y CORTESANAS: ¡Medianoche! ¡Medianoche! La mesa está dispuesta, ¡vivamos! ¡Bailemos! ¡Cantemos! ¡seamos los primeros, bebamos! MEFISTÓFELES: ¡Que tu embriaguez, oh voluptuosidad, ahogue los remordimientos en su corazón! (Fausto ve aparecer una visión de Margarita) ¿Qué te pasa? FAUSTO: ¿No la ves allí, delante de nosotros, muda y pálida? ¡Qué extraño adorno alrededor de este hermoso cuello! MEFISTÓFELES: ¡Visión! FAUSTO: ¡Una cinta roja que esconde! MEFISTÓFELES: ¡Magia! FAUSTO: ¡Una cinta roja, estrecha como el filo de un hacha! MEFISTÓFELES: (Para sí) ¡Sortilegio! (La visión desaparece.) FAUSTO: ¡Margarita! ¡Siento cómo se erizan mis cabellos! ¡Quiero verla! ¡Ven, es mi voluntad! LAS BRUJAS: ¡Un, dos y tres, contemos hasta trece! Los pordioseros son reyes, ¡aticemos las ascuas!. Que el fuego rojo o azul caliente el caldero, el veneno es un vino ¡que gusta a la bruja!. ¡Un, dos y tres, contemos hasta trece! Los pordioseros son reyes, ¡aticemos las ascuas! Uno... dos... tres... cuatro... Cinco... seis... siete... ocho... Nueve... diez... once... doce... ¡trece!
(Espada en mano, Fausto le arrastra consigo, abriéndose camino entre los monstruos infernales.)
("Fausto", ópera de Charles Gounod. Fragmento del Acto V)
Esta es la escena completa que Gounod concibió para el Sabbath de brujas del 30 de Abril mostrado en “Fausto”.
Según las leyendas, el monte más alto de la montaña del Harz (Alemania), llamado Brocken, era el punto de encuentro de brujas y demonios más famoso de toda Europa.
Según las leyendas, el monte más alto de la montaña del Harz (Alemania), llamado Brocken, era el punto de encuentro de brujas y demonios más famoso de toda Europa.
Los asistentes al turbulento aquelarre llegaban, en su mayoría, montados sobre animales o diablos voladores, o cabalgando escobas, ramas caídas y demás utensilios (la cantidad de formas diversas de iniciar un vuelo de fantasía, y el poder para realizarlas, no era un problema en absoluto), embadurnados del ungüento mágico tradicional, que también aplicaban a sus propios cuerpos.
Dicho ungüento, tan tristemente célebre, se obtenía de una mezcla de plantas venenosas: cicuta, belladonna, acónito y beleño. Todo ello aderezado con algunos ingredientes más de dudosa... más bien, sanguinaria, procedencia.
Con sólo untar esta receta, ya se obtenía el secreto que desafiaba la ley natural, que confería la capacidad de volar cómo vuela la lechuza, el murciélago, el cuervo. No obstante, algo podía anular fatalmente el efecto: el tañido de las campanas de la Iglesia poseía el poder de hacer caer al instante a los brujos y brujas, que encontraban así una muerte segura.
En el escenario de semejante noche de mal agüero, lúgubre, aberrante, suntuosa... Fausto y Mefistófeles participan de la fiesta. Guiados por un ignis fatuus (también llamado: “Will-o'-the-Wisp”), ascienden al Brocken en el que late el mismo corazón del Abismo.
Allí, alternativamente se muestran prodigios (de las tinieblas) y espantos atroces, que fascinan a Fausto. Y suya es la suerte de contar con la protección y la guía de Mefistófeles.
Según la obra original de Goethe, así transcurrió la noche de Walpurgis:
*{*{*{*
FAUSTO:
¡Qué rápido vuela la novia del viento por el aire!. ¡Qué fuertes golpes me da en la nuca!.
MEFISTÓFELES:
Agárrate a las viejas grietas de las rocas o te arrojará en esta garganta, que será tu tumba. La niebla hace densa la noche. ¡Oye cómo se estremece el bosque! Los búhos huyen espantados. Oye cómo se astillan las columnas del eterno palacio de verdor, cómo las ramas gimen y se rompen, cómo los troncos retumban, poderosos, y las raíces crujen y bostezan. En impresionante y confusa caída, los árboles ceden agolpándose unos contra otros, y apenas permiten que se filtre el viento, que silba y aúlla al pasar por los atestados barrancos. ¿No oyes voces en las alturas, que suenan aquí lejos y allá cerca? Sí, a lo largo de todo el monte, truena iracundo un ensalmo.
*{*{*{*
En la noche atestada, incluso el aparentemente inofensivo rumor de una conversación intrascendente entre los invitados al Sabbath puede llegar a resultar una pesadilla en si misma, porque se han dado cita los protagonistas y personajes más atroces que pudiera soñar el imaginario popular. Fausto atiende... a esas frases discordantes, retorcidas, que casi parecían fruto de un furioso y sórdido delirio.
*{*{*{*
UNA VOZ:
¿Por dónde habéis venido?.
OTRA VOZ:
Por el Ilsen. Allí vi al búho en su nido. ¡Qué mirada tenía!.
UNA VOZ:
¡Vete al infierno! ¿Por qué vas cabalgando tan de prisa?.
OTRA VOZ:
Aquella me dio un arañazo. Mira las heridas.
BRUJAS (A coro):
El camino es ancho y largo. ¿Por qué esa prisa sin sentido? ¡Que la horquilla pinche!, ¡que la escoba desgarre!. ¡Que el niño se ahogue!; ¡que el útero reviente!.
BRUJOS (En semicoro):
Vamos lentos como caracoles. Las mujeres van todas delante, pues en el camino a la mansión del Mal, las mujeres nos llevan miles de pasos de ventaja.
(…)
AMBOS COROS:
Calla el viento, la estrella huye, la nebulosa luna se oculta. El coro mágico despide miles de pavesas.
VOZ (Desde abajo):
¡Alto!, ¡alto!.
VOZ (Desde arriba):
¿Quién llama desde la hendidura de las rocas?.
VOZ (Desde abajo):
¡Llevadme con vosotros!. Hace trescientos años que subo y nunca puedo alcanzar la cima. Con lo feliz que estaría con mis semejantes...
*{*{*{*
Moraleja: esa es la clase de compañía que puedes esperar en un Sabbath...
MEFISTÓFELES:
¡Qué choques!, ¡qué empujones, qué sonsonete! ¡Qué chispas,
qué hedor, qué brillo, qué ardor! Esta es la auténtica brujería.
Pero agárrate a mí, que no nos separen. ¿Dónde estás?.FAUSTO (Lejos):¡Aquí!.MEFISTÓFELES:¿Qué? ¿Ya te han arrastrado hasta allí? Haré uso de mis derechos de dueño. ¡Abrid paso!, que va el Hacendado Voland, ¡paso!, ¡dulce plebe!, ¡paso!. Venga, Doctor, y en un momento nos escaparemos de este tumulto, es demasiado loco incluso para uno de mi género. Allí brilla algo con extraño fulgor que me atrae hacia aquellos matorrales. ¡Ven!, ¡ven! Entraremos con disimulo.FAUSTO:¡Oh, espíritu de la contradicción! De acuerdo, puedes guiarme; pero no me parece bien haber hecho la peregrinación al Brocken en la noche de Walpurgis para aislarnos ahora por nuestra cuenta.MEFISTÓFELES:Pues ¡mira qué colorido de llamas! Se ha reunido un animado club. En la intimidad nunca se está solo.FAUSTO:Pero preferiría estar ahí arriba. Allí veo alzarse el fulgor y el humo, allí la multitud se agolpa yendo hacia el Maligno y se deben resolver muchos enigmas.MEFISTÓFELES:Pero también se formarán otros nuevos. Deja que el mundo se desquicie y agite; nos quedaremos aquí en sosiego. Está establecido ya hace mucho que pequeños mundos se creen en el grande. Allí veo jóvenes brujitas desnudas y otras viejas que se cubren con astucia. Al menos por mí, sed simpáticas; a poco que os esforcéis será grande el placer. Pero escucho el tañer de instrumentos. ¡Maldito ruido! Habrá que acostumbrarse. ¡Ven conmigo!, ¡ven! No hay más remedio. Te llevaré conmigo, te presentaré y harás nuevos lazos. ¿Qué te parece, amigo? Esta explanada no es pequeña. Mira, apenas se ve el fin. Hay cien hogueras ardiendo en fila; se baila, se hacen chanzas, se cocina, se bebe, se ama... Dinos si puede haber algo mejor.FAUSTO:
Y para introducirme, ¿te presentarás como demonio o como mago?.
MEFISTÓFELES:
Estoy acostumbrado a ir de incógnito. Mas el día de gala hay que poner las condecoraciones. No me adorna la Jarretera, pero el pie de caballo encuentra aquí todos los honores. ¿Ves ese caracol?. Viene despacio, mas con sus cuernos ha visto y olido algo especial en mí. Aunque quisiera, no puedo negarme aquí. Ven, vamos del fuego hacia el fuego. Tú serás el galán y yo tu valedor. (...)
Y, así, la noche avanza.
¿Y qué mejor melodía para recrear el funesto baile de multitudes?. ¿Qué mejor melodía que muestre el corazón de
la atmósfera de tinieblas reinante?.
Ninguna en el mundo podría suplir a: "Una noche en el Monte Pelado", de Modest Músorgski.
Basada en un cuento de Nikolái Gogol, en que un joven campesino se ve obligado a pasar la noche en el Monte Pelado, y allí presencia sin ser descubierto el endemoniado Sabbath.
Según el programa de Músorgski, la pieza acomete estas escenas:
- Rumores subterráneos de voces sobrenaturales.
- Aparición de los espíritus de las tinieblas y de Satanás.
- Glorificación de Satanás y misa negra.
- Sabbath de brujas.
- A lo lejos suena la campana de una iglesia del pueblo, dispersando a los espíritus de las tinieblas.
- Amanecer.
Quizá no podamos reunirnos en lo alto del Brocken... llegar allí en alas del viento bajo la luz de la luna (o la ausencia de ella, velada por las nubes. Quién sabe qué será lo mejor...). Quizá no bailemos en esos umbríos bosques, al borde del precipicio...
Pero en esta noche de Walpurgis a todos nos parecerá que hay algo de magia corriendo a través de la noche. Ya sea en la ciudad silenciosa, en los tejados (secretamente populosos...). Ya sea en los campos, cayendo en los círculos de hierba fortuitos.
En cualquier lugar hay algo vivo. Cómo si Mefistófeles se ocultara entre las sombras, huidizo; como si pudieran escucharse sus carcajadas infernales procedentes de algún lugar extrañamente cercano pero inalcanzable; cómo si uno percibiera y persiguiera cada movimiento fugaz a la espalda, sabiendo que ahí estará él.
Cómo si en cada reflejo pudieran aparecer los ojos de Fausto...
Quizá todo esto no sean cuentos o leyendas tranquilizadores. Quizá no sean las historias más luminosas o las más amables. Pero hay algo en cada persona... algo que quiere creer en la magia, y la noche de Walpurgis no es mas que un recordatorio de que en otros tiempos se aceptaba de todo corazón que los monstruos existían (y esa era una idea más tranquilizadora de lo que pueda suponerse ahora), que había vuelos de fantasía, que se conjuraban tormentas lanzando simplemente un gallo y una serpiente a un caldero...
¿Y no es eso más emocionante... menos vacío y solitario que la frialdad aséptica actual...?
Feliz noche de Walpurgis. Estéis donde estéis.
lunes, 11 de marzo de 2013
I ♥ Cats
Esta es la cosa más bonita del mundo. Del mundo entero. No hay nada tan dulce, achuchable, gracioso y desvergonzado cómo este gato. ES Doraemon, y sabe hasta tocar la canción de la serie...
Suscribirse a:
Entradas (Atom)