¡Estoy solo!
¡Sólo al fin!
¡Es el momento supremo!
¡No deseo otra cosa
que el reposo que me proporciona la fe!
entre el mundo y yo!
(Muy tranquilo)
¡Ah! ¡Huye!
¿Qué me importa la vida y la apariencia de gloria?
Ese nombre... ¡que me persigue!
EL PORTERO DEL SEMINARIO:
DES GRIEUX
¡Voy!
¡Dios mío!
Que vuestra llama
purifique mi alma...
¡Y disipe con su fulgor
la sombra que pesa todavía en el fondo de mi corazón!
¡Ah! ¡Huye, dulce imágen, tan querida por mi corazón!
¡Ah! ¡Huye! ¡Huye lejos de mí!
¡Ah! ¡Huye lejos de mí! ¡lejos de mí!.
Dedico esta entrada a la preciosa aria de la ópera “Manon Lescaut” de Massenet: “¡Ah! fuyez, douce image” (en italiano: “¡Ah! Dispar, vision”).
Esta canción ilustra la escena en la que Des Grieux, abandonado por Manon por un hombre más rico, decide convertirse en sacerdote, pero a pesar de todo no puede olvidar a la joven ni un instante.
“¡Ah! fuyez, douce image” le da voz de una forma magistral a la novela del Abate Prévost: “Manon Lescaut”. El capítulo sobre el sacerdocio de Des Grieux conmueve profundamente, y acompañado de esta canción en la que Massenet supo captar cómo si la pintara la escena escrita, es ya “el momento supremo” en cuanto a historias de amor.
No hay nada más apasionado que los términos con los que Des Grieux describe su amor por Manon a lo largo de toda la novela.
Nada parece superior a los sacrificios que hace Des Grieux por ella; a los desordenes que le conduce a él, un hombre en esencia completamente recto e íntegro, su amor por la variable, caprichosa e infiel Manon.
Finalmente, Manon impide que Des Grieux se haga clérigo, entrevistándose con él a solas y arrastrándole inevitablemente con ella, pues Des Grieux no puede resistirse a Manon.