sábado, 29 de septiembre de 2012

San Miguel Arcángel



"San Miguel Arcángel, 
defiéndenos en la batalla. 
Sé nuestro amparo 
contra la perversidad y las acechanzas 
del demonio. 
Que Dios le reprima, es nuestra humilde súplica; 
y tú, Príncipe de la Milicia Celestial, 
con la fuerza que Dios te ha dado, arroja al infierno 
a Satanás y a los demás espíritus malignos
que vagan por el mundo 
para la perdición de las almas. Amén."

(Oración del Papa León XIII a San Miguel Arcángel)


Es cómo si fuera a alzar el vuelo, triunfante.
Armadura y escudo... Empuñando la Cruz, seguro, invencible en la fe (“¿Quién cómo Dios?”). El demonio encadenado, humillado cual ruina a los pies del Arcángel, ha perdido todo poder y capacidad de hacer daño.
El semblante de Miguel es noble y bello, a pesar de que su gesto guerrero (en el que el orgullo es el reflejo de su ardiente amor a Dios, y la ferocidad mezclada con serenidad beatífica es la Virtud que lucha contra el Maligno) hace estremecer a toda legión infernal.
Estoy segura de que la luz y las sombras, cómo espejismos, pueden sorprender y confundir a uno cuando mira esta estatua. Porque, probablemente, el pétreo Miguel parecería cobrar vida y poder volar, airoso y exultante al borde mismo de la nada.

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