jueves, 15 de marzo de 2012

"Non Serviam"


Este cuadro de Alexandre Cabanel se llama: "Fallen Angel".
Muestra a Lucifer.
El Ángel de la Estrella de la Mañana.
El Lucero del Alba.
No.
Más bien a Satanás. El Enemigo.
El Caído.

Según el diccionario teológico anexo a la centenaria Biblia familiar, la definición es clara:


Demonio: (1) Espíritu Malo. Nombre dado a los ángeles que antes de la creación de Adán se rebelaron contra Dios, y como castigo fueron arrojados de los cielos, convirtiéndose en perversos enemigos de Dios y de los hombres. Los demonios no perdieron toda su grandeza y poder originales, después de haber pecado, y ahora emplean su astucia para el mal. La enseñanza común es que su pecado fue debido al orgullo; Suárez, en cambio, enseñaba que su desobediencia consistió en negar adoración al Verbo Encarnado cuando Dios lo reveló a los ángeles. (...)

(2) Por antonomasia se le llama el Demonio o el Diablo al príncipe de los ángeles caídos; se le da también el nombre de Satanás, que quiere decir adversario. El pecado entró en el mundo por sus celos (Sab. 2:24). Trata constantemente de poner asechanzas contra la salvación de los hombres, y hasta llega a convertirse en ángel de luz para confundirlos.”


Así pues, anteriormente, el que llamamos hoy Demonio fue el más brillante (cegador) de los brillantes Ángeles.


¡Cómo has caído de los cielos, oh Lucero, hijo de la Aurora!. ¡Has sido abatido a tierra, dominador de naciones!.”


Espíritu ardiente y majestuoso, el Portador de la Luz.

Jefe de miríadas incalculables bajo su estandarte.


(...) ¡Pero has sido precipitado al Seol, a lo más hondo del pozo!.”


Se entiende que mucho antes de que el Mundo y el ser humano fueran creados, tuvo lugar esa Caída abismal. Una titántica batalla en la que Lucifer se alzó en armas abiertamente contra Dios, capitaneando su propio ejercito de Serafines, Querubines, Tronos, Dominaciones, Virtudes, Potestades, Principados, Arcángeles y Ángeles que simpatizaban con la causa de la Estrella de la Mañana, y que se habían dejado seducir por él, escogiendo a Lucifer cómo Adalid frente al Altísimo, plantando cara a las Legiones fieles e incorruptibles. Bien por querer suplantar a la Divinidad, orgullosos, o por aversión a la futura y humana encarnación de Dios, El Hijo.

Por supuesto, aunque lo cierto es que se desconocen los motivos exactos de la perversión del Espíritu que llamaban el Portador de la Luz, estas dos versiones de la historia han sido las que han prevalecido tanto en el concepto del credo popular cómo en el imaginario colectivo.

Sea cómo fuere, aquí se trata de la Majestad Caída.

Sí.

Caída.

¿Por qué cómo podría ser de otra manera?.

¿Quién puede osar imaginar siquiera derrocar al Todo?. ¿A un Supremo Hacedor?. ¿Quién puede creer medirse con Dios?.

Dios, que ha estado siempre, siempre ahí, Inmutable e Insomne, desde lo que ni siquiera puede ser concebido. Desde que no existía aún la Oscuridad cómo para que podamos imaginar un vacío negro (de primaria increación) a su alrededor.

NADA (si es que alguien puede atrapar ese concepto, evocar lo que es pura y absolutamente NADA) había salvo Él. Él por sí mismo, nacido de ningún lugar. Sólo Él.

Por muy masivo que pudiera ser el fiero Portador de la Luz y sus compañeros, en el fondo la historia no deja de tener un punto extraño e inconexo. Que el propio Lucifer, entonces encumbrada e inenarrable potencia celeste, olvidara que, en primer lugar, fue Dios quién le creó... Y que, por tanto, es imposible “derrotar” o causar algún tipo de mal a un ente Todopoderoso...

Resulta hasta absurdo, de alguna manera. ¿Verdad?.

No obstante... ¿y si quizás todo esto no le importaba a Lucifer lo más mínimo?. ¿Y si quizás tan sólo buscaba escindirse de Dios?. Meramente eso. Resultando obvio para él desde el principio que no era posible vencer la guerra...

Si simplemente Lucifer, lleno de la obcecación maligna que ya había germinado fácilmente en su alma ya pervertida por Dios sabe qué, hubiera querido crear su propio Imperio de Tinieblas y Caos, lejos del Empíreo... Prefiriendo perder toda su anterior majestad, y su ardor celestial, en alas de obtener su propio feudo y corte servil...

Pero esto ya es mucho divagar. Ciñámonos a la historia “conocida”.

Lo único que importa en realidad es que cualquier batalla estaba perdida antes de empezar.

Finalmente, cómo todo el mundo sabe, Miguel, Príncipe de las Milicias Celestes, Caudillo que no tenía absolutamente nada que envidiar a la Estrella de la Mañana, pues era tan resplandeciente y regio cómo el propio Lucifer, cargó contra los Rebeldes con sus tropas mil millones de veces más innumeras que los espíritus corrompidos. Alzando su legendaria Espada Flamígera, arrojó a toda la inmunda tropa al Abismo.

Desde los cielos, cayeron cómo estrellas fugaces las miríadas perdidas.

Cayeron,

Cayeron,

Cayeron.

Me gustaría tanto que alguien se pusiera de acuerdo en cuanto al tiempo que duró ese descenso sin fin... El poeta John Milton sostiene que fueron nueve días. Hermoso número, pero yo también tengo mi propia teoría al respecto...

Pero en realidad nadie lo sabrá jamás.

Es obvio que no puede saberse algo así...

Y nadie está dispuesto a preguntarle al Diablo sobre el tema.

En fin...

Despeñados del seno de los Cielos, los vencidos perdían a toda velocidad sus rasgos beatíficos.

Su poderío. Su gloria.

Y quizás hasta también adquirían esa faz bestial, desfigurada, que se asocia a ellos, detestable y repulsiva cómo lo fue su pecado (sólo quizás. Al fin y al cabo, quién ha sido Ángel... algo conservará de ello para siempre. No creo que nada pueda cambiar tanto su naturaleza.)


¡Cómo has caído de los cielos, oh Lucero, hijo de la Aurora!. ¡Has sido abatido a tierra, dominador de naciones!.”


No se sabrá jamás si una vez aturdido y fulminado en los Infiernos, el que antaño fuera el Lucero del Alba (ahora ya todo eso estaba perdido. De su antiguo fulgor de Aurora no quedaba ni rastro) se arrepintió o no de haber abandonado las Regiones Eternales de luz y gozo.


(...) Decir no puedo: '¡Oh viejo rey!, ¿por qué estás dormido?', pues se ha alejado el cielo de ti, no te tiene por Dios; ni tampoco el océano, con su solemne estrépito, se acuerda de tu cetro; y hasta el aire ha quedado vacío de tu antigua majestuosidad.” (Hiperión – John Keats)


¿Quizás lamentó no haber sido más cauto?. ¿Hubiera sido mejor callar y postrarse ante el Creador, y seguir existiendo así sin más cómo admirado y adorado ángel?.

Pero ahora era Rey por sí mismo.

Rey de los Infiernos.


Mejor reinar en el Infierno que servir en el Cielo”. (Paraíso Perdido – John Milton)


Me gusta imaginar que es inevitable, sin embargo, no añorar la Luz Celeste desde las entrañas del Tártaro.

¿Cómo no podría echar de menos Lucifer su brillo de madrugada?. Portador de Luz...

Ahora su nombre es Satán.


Satán: llamadlo de este modo, pues su nombre antiguo no pronuncia el Cielo ya.” (Paraíso Perdido – John Milton)


Todo comenzó, pues, con una insurrección y una guerra.

Y el consiguiente castigo a los traidores.

Y así llegamos hasta nuestros inciertos y contemporáneos días.

Días en los que Geefs y Bellver han erguido estatuas al “Perdido Arcángel”, que muestran un ser hermoso (pero fatal) y atormentado.

El Ángel Caído” de Bellver (que se encuentra en los Jardines del Buen Retiro, Madrid) representa a Satanás horrorizado, precipitado por ese desgarrador Trueno Divino que ha triunfado sobre su rebelión.



La expresión de su rostro, demudado por el doliente estupor...

Abatido. Fulminado.

Los ojos estremecidos, vueltos hacia el firmamento ya inalcanzable (realmente... realmente él no volverá a ser jamás una estrella deslumbrante. Ha dado la espalda para siempre a la Mañana), la boca convulsionada en un último grito de rabia, impotencia y angustia...

Sobre todo angustia.

Hermoso aspecto, pese a todo. Varonil ejemplo de belleza.

Éste Satanás no ha sido deformado por su Caída. Aún si su poder menguado y su brillo apagado, el semblante continua siendo el de un Ángel.




"En figura y gesto, eminencia altiva,

Se alzaba como torre; no perdiera aún su forma

Todo su fulgor original, ni menos parecía

Que caído Arcángel (...)"
(Paraíso Perdido – John Milton)



En la escultura “Le Génie du Mal” (El Genio del Mal, ¡qué nombre apropiado!) de Guillaume Geefs, expuesta en la Catedral de San Pablo (Lieja), se repite el hechizo.




De nuevo, podemos ver a un Satán apuesto... de gentil apariencia.

Y triste.

Muy triste.

Su brazo se desespera sobre el rizado cabello, dónde una vez estuvo ceñida la esplendorosa corona que ahora la mano derecha, dolorosa, agarra, sin saber exactamente qué hacer con ese marchito símbolo, después de todo.

¡Ha sido abatida de su cabeza!. ¡Oh, cómo ha perdido su enjoyada corona!. Ya no hay gloria en él.

No hay que olvidar ni por un sólo segundo que ya no es el Lucero del Alba. Ni volverá a serlo por los siglos de los siglos.



"Despierta ahora la conciencia

El dormido desespero, el recuerdo amargo
De quién fue, qué es, y qué ha de ser: peor,
Pues a peores actos peores sufrimientos seguirán." (Paraíso Perdido – John Milton)


Sus alas son una prueba más de la grandeza perdida. Se muestran, en esta estatua, cómo un reflejo oscuro de las plumas cálidas de los ángeles, un rasgo que quiere significar lo malogrado que ha quedado Satán después de su Caída.

Es casi sobrenatural la forma en que el artista ha sabido reflejar la desolación y la amargura en el rostro del Demonio.


(...) ¡Pero qué diferente del mármol aquel rostro!. ¡Qué hermoso, si el dolor no hubiera convertido más hermoso el dolor que la belleza misma!. Había un expectante temor en su mirada, como si su desgracia estuviera empezando; como si las primeras nubes de aciagos días hubieran descargado su maldad, y acechara la oscura retaguardia con su carga de trenos.” (Hiperión John Keats)


Su gesto de silencioso y resignado desgarro es quizá más elocuente que cualquier grito o espasmo. Parece cómo si el Infierno lo llevara en su propio interior...


"El Infierno dentro de él, pues el Infierno dentro
Trae, y alrededor de sí, y del Infierno
Cual de sí volvar no puede un paso
Aunque cambie de Lugar." (Paraíso Perdido – John Milton)


¿Quién puede atribuirle un rasgo de dulzura al Demonio?.

Parece algo totalmente imposible.

... Pero la estatua lo logra.

Debido a una única lágrima que huye de los ojos fieros del ángel caído.

Es cómo si pudiéramos seguir el trayecto de esa lágrima, rostro abajo hasta perderse en el duro y obstinado mentón...



"Él ahora se dispuso a hablar (...)
Tres veces prueba y tres, aun a pesar del odio,
Lágrimas le brotan, que los Ángeles lloran." (Paraíso Perdido – John Milton)


No brota ninguna más. Es el Diablo, después de todo.

Pero una sola resulta suficiente.

Lucifer llora por haberse convertido en Satán.

Llora por la Estrella de la Mañana perdida.

Por el Empíreo, el gozo glorioso y cegador que allí disfrutó (Portador de la Luz...), y su regia majestad hecha añicos.

Y quizás también (seguro) por haber abandonado a Dios para siempre.

El Infierno no es más que la ausencia de Dios. Y el Diablo debe saber eso mejor que nadie.

Adiós, regia corona enjoyada.

Ahora él es Príncipe de la Nada. De las Mentiras.

Príncipe de las Tinieblas.

Los ojos helados de la estatua parecen contemplar el abismo a sus pies...

Aunque... da la sensación... Es cómo si... fuera a levantar la cabeza de un momento a otro...

Para mirar a quién le mira.

Realmente, una obra de arte imperecedera.

Exquisito mármol insuflado de vida y sentimientos.

Y, cómo decía antes, una representación extrañamente hermosa para el Diablo.

Y es que, ¿cómo un espíritu etéreo, por muy bajo que haya descendido, podría perder su esencia (esencialmente) perfecta?.

Pueden representar rostros animales, figuras astadas, pezuñas hendidas de macho cabrío cuando muestren a Satán. Cosas que den asco, miedo, y repulsión por el Enemigo.

Pero habiendo sido el ángel más brillante de todos, ¿cómo poder creer que, aún Caído, perdiera la perfección sobrehumana, y en su lugar se transformara en un monstruo basado en fragmentos de animes del mundo humano?.

¿Por qué hay que creer que el Diablo asumiría una imagen repulsiva según los cánones humanos, siendo cómo es inimaginablemente superior a cualquier mortal?.

Y obviamente, ¿acaso la tentación no es algo que se muestra cómo apetecible, fascinante incluso, seductor?.

La misión de Satanás es “tentar”, indudablemente.

Pues menudo éxito, tratar de atraer a alguien hacia la oscuridad disfrazado de alimaña o de chivo barbudo de corral...

Cómo ejemplo, me gustaría señalar al demonio Mefistófeles de la leyenda alemana de “Fausto”.

Mefisto se representa cómo un hombre (si no atractivo, de rasgos enigmáticos y magnéticos) vestido de la cabeza a los pies con ropas cortesanas y a usanza de la moda de la época.

Pudiendo aparecer con la forma más espantosa y retorcida, Mefistófeles se muestra ante Fausto cómo “alguien”, de alguna manera, cautivador. “Alguien” que impresiona y atrae. Al fin y al cabo, su deber es arrastrar a Fausto a la perdición, y no ahuyentarle (y, por ende, salvarle) y perder así un pacto ventajoso para el Infierno.

A mi modo de ver, el aspecto de un Ángel Caído no parece ser algo que deba representarse bajo múltiples despropósitos de imaginativo bestiario medieval.

Además, ¿hubiera cautivado el Infierno la ficción y el imaginario popular, si no?.



Obras cómo “Paraíso Perdido” de Milton (cuyo Canto realmente parece dictado por la Musa Celeste), y una infinita lista de etcéteras, afirman que las personas nos hemos sentido fascinadas por el tema Angélico, la Caída, y los Demonios, desde hace tantísimo...

Fascinadas, se entiende, literaria, poética y artísticamente.

Ángeles y Demonios inspiran la pluma, la pintura, la escultura, la música, el cine...

Los ángeles por su bondad radiante, su ardiente amor.

Y los demonios... ¿por qué fascinan los demonios?.

No precisamente por su deformada condición.

De nuevo, las patas de cabra, las cabezas aberrantes, los miembros incongruentes, en suma, sólo mueven al asco y al terror. A la absoluta y total repulsión.

No brillan por su “seducción” ni su “magnetismo”, ¿verdad?.

Si los demonios sólo fueran monstruos vomitivos del Mal y del Caos, no llamarían la atención, en mi opinión. Se limitarían a aberrar.

Parece algo contradictorio, una extraña paradoja, pero lo fascinante en un Demonio se debe, ni más ni menos... a que en otro tiempo ha sido un Ángel.

Lo que tiene el poder de subyugar la imaginación no es el olor a azufre... Es la figura de un perdido Príncipe Celeste. Un ser hermoso, por ser un ángel; maldito,oscuro y perverso después de haber Caído.

Un poco cómo el típico príncipe maldito de los cuentos de hadas, a lo “La Bella y la Bestia”. Debe ser una especie de arquetipo intemporal.

Cómo quizás también lo sea que en el imaginario popular, el príncipe oscuro siempre se redima.

Quizás, una minúscula parte de nosotros, cuando hablamos sobre demonios (una parte inevitablemente humana incapaz de concebir una absoluta maldad y pervertido placer por el dolor ajeno), siempre les enfoca, aunque inconscientemente, hacia un poco de luz y redención.

Tratando de salvar a la hechizada Bestia con el poder de un beso. No lo sé.

Es más fácil, cómo lo fue para Milton y el larguísimo etcétera, escribir (y pensar en ella) sobre una criatura mixta. Innegablemente malvada y aterradora, pero cuya perversidad está mezclada con un dolor y una pérdida que la hacen más... sí, “humana”. Aunque suene loco.

Las personas siempre buscamos “humanizar” las cosas incomprensibles.

Que Satanás halla sido un ángel... Lucifer, nos hace interesarnos por él. Si hubiera sido meramente un ser de pesadilla desde el principio, no obtendría esa conmovedora lástima ni cosecharía tanto interés.

Mientras fue Lucifer, fue bondadoso y puro cómo cualquier otro ángel. Aunque después cayera y se volviera un ser despreciable.

Pero ya es algo. No tenemos que vérnoslas con un personaje (fuera de toda compresión humana) únicamente creado aborrecible y abominable.

Esto nos lo acerca más.



No entraremos hoy, no obstante, en el debate eterno de si el Diablo puede ser algún día redimido o no. Por mucho que quepa añadir que, a pesar de todo su Infierno, siempre será más fácil para él ascender que caer:


"Recuerden los que tal opinan, si el narcótico
De ese Lago del Olvido no los ciega todavía,
Que nuestra natural tendencia es ascender
A la sede natalicia: el descenso y la caída
Son lo arduo."(Paraíso Perdido – John Milton)


Su esencia era “esencialmente” pura, no hay que olvidarlo.

Así, quizá ni toda su maldad posterior pueda hacerlo caer definitivamente.

Quién fue ángel una vez...

Quizás un día, hasta los demonios puedan volver a ser Criaturas de Dios, ¿quién sabe?.

En el fondo, lo duro para ellos, en teoría... es ser perversos, creados cómo estaban al principio para ser un reflejo de la bondad de Dios.


Si Satanás pudiese amar, dejaría de ser un ángel malo.” (Santa Teresa de Jesús)


En estas palabras de Santa Teresa de Jesús parece resumirse toda la cuestión.

Si un día el Diablo fuera capaz de amar de nuevo, amar con ese antiguo y olvidado ardor divino... Propio de altísimo Serafín, y no de Rey de las Tinieblas...

Si pudiera volver su rostro, una vez más..., hacia ese Dios de Misericordia, hacia su Padre y Creador...

Quizás, entonces, dejaría de ser un Caído. Y volvería una vez más a ascender... Cómo si en la “gravedad” etérica de su cuerpo (cual pluma) jamás hubiera podido ser concebible, para empezar, la Caída.

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