sábado, 17 de septiembre de 2011

The King Of The World Of Shadows And Ice

Hades, señor de los infiernos, se enamoró de la diosa de la primavera: Kore, la hija Deméter.

Sabía que jamás podría obtenerla más que por la fuerza... así que llegó al extremo.

Acuciado por su pasión y por la soledad que sentía en el averno, Hades secuestró a Kore un día soleado, mientras la joven diosa cogía flores de un prado.

La llevó con él a su reino de hielo y sombras, y allí la obligó a convertirse en su Reina.

Ya no tenía sentido que Kore siguiera llevando el nombre que su madre le había puesto ahora que era la soberana de los infiernos. Así que Hades la rebautizó cómo: Perséfone.

Perséfone acabó enamorándose de su captor, de su oscuro esposo.

Pero Démeter descubrió el lugar en el que estaba retenida y apareció en el Averno en el acto para reclamarla, a pesar de su boda.

Si Perséfone no volvía junto a ella, Deméter estaba dispuesta a dejar la tierra sin frutos y sin sus indispensables cuidados para siempre... sin importarle que todos los mortales perecieran por ello.

Zeus, aunque no quería indisponerse con su hermano Hades, tuvo que acceder a las amenazas de Deméter, en favor del mundo humano.

Pero por aquel entonces Perséfone ya no deseaba marcharse del reino de hielo y sombras, de obsidiana, azabache, ébano y ónice.

Así que tramó un complot con Hades: comió seis semillas de una granada que crecía en los infiernos. Y así quedó atada para siempre a la dimensión de los muertos, porque quién come en el reino de Hades ha de quedarse allí por toda la eternidad.

Deméter ya no podía reclamarla, al menos no para siempre. Zeus decidió en bien de todos: Perséfone pasaría seis meses con su madre (tantos meses cómo semillas había comido) y los restantes con su esposo Hades.

Deméter no estaba nada de acuerdo con semejante trato, pero tuvo que claudicar.

La tierra sólo daría fruto cuando Perséfone regresara con ella.

Y así fue creado el crudo invierno y la llegada de la primavera.

Hades, el señor oscuro sobre el trono de obsidiana, azabache, ébano y ónice, el Rey del mundo de las sombras y el hielo, ya no estaría solo nunca más.

lunes, 12 de septiembre de 2011

"La sangre es un fluido muy especial"


Una ilustración maravillosa.
Fausto invocando al demonio Mefistófeles.
La leyenda de un oscuro alquimista practicante de la magia negra que vendió su alma al diablo mediante un pacto de sangre.
Veinticuatro años después expiró el perverso contrato y Mefistófeles se llevó el alma de Fausto por toda la eternidad.
¿Valía tanto la pena ofrecerse al infierno por unos cuantos años de desquiciados aquelarres nocturnos, fortuna absoluta que no serviría para nada una vez Fausto estuviese ardiendo en las llamas eternas, venganza sobre los enemigos y conocimientos ilimitados sobre los secretos de la tierra, el cielo y el infierno?. Lo de aprender los "conocimientos" más ocultos suena guay, pero ¿de qué sirven en el averno?.
Fausto quiso arrepentirse muchas veces de sus actos, y esto le hubiera salvado. Hubiera podido redimirse, por la misericordia infinita de Dios.
Pero Fausto no se arrepentió, coaccionado por las terroríficas amenazas de Mefisto.
Y así perdió su alma por los siglos de los siglos.
Fausto da pena, muchísima pena.
Es una historia fascinante.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

The Knights of the Round Table




La lista de todos los Caballeros de la Tabla Redonda.
Los veinticinco principales inscritos en la Tabla de Winchester, y después todos los restantes descritos en "Le Morte d'Arthur" de Sir Thomas Malory.


King Arthur

Sir Lancelot du Lac

Sir Galahad

Sir Gawain

Sir Percivale

Sir Lionell

Sir Bors de Ganis

Sir Kay le Seneschal

Sir Tristan de Lyones

Sir Gareth

Sir Bedivere

Sir Bleoberis

Sir Breunor le Noire (La Cote Male Taile)

Sir Lucan

Sir Palomedes

Sir Lamorak

Sir Safer

Sir Pelleas

Sir Ector de Maris

Sir Dagonet

Sir Degore

Sir Gingalin (Le Bel Desconneu)

Sir Alymere

Sir Mordred.

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Sir Aglovale

Sir Agravaine

Sir Aliduke

King Anguish of Ireland

Earl Aristause

Sir Arrok de Grevaunt

Sir Astamor.

King Bagdemagus

Sir Barant le Apres (also called the King with the hundred knights)

Sir Baudwin

Sir Bellangere le Beuse

Sir Bellangere le Orgulous

Sir Belleus

Sir Blamore de Ganis

Sir Bohart le Cure Hardy (the son of King Arthur, also called Sir Borre)

Sir Brandiles

Sir Brian de Listinoise.

King Carados of Scotland

Sir Cardok

Duke Chaleins of Clarance

King Clarance of Northumberland

Sir Clarrus of Cleremont

Sir Clegis

Sir Cloddrus

Sir Colgrevance

Sir Constantine

Sir Crosselm

Sir Curselaine

Sir Darras

Sir Degrane Saunce Velany

Sir Degrevaunt

Sir Dinadan

Sir Dinas

Sir Dinas le Seneschal of Cornwall

Sir Dodinas le Savage

Sir Durnore

Sir Driant.

Sir Edward of Carnarvon

Sir Edward of Orkney

Sir Epinogris

Sir Erminide

Sir Fergus

Sir Florence.

Sir Gahalantine

Sir Gaheris

Sir Galagars

Sir Galihodin

Sir Galihud

Sir Galleron of Galway

Sir Gautere

Sir Gillemere

Sir Griflet le Fise de Dieu

Sir Gromere Grommor's son

Sir Guyart le Petite

Sir Gromore Somir Joure

Sir Harry le Fise Lake

Sir Hebes

Sir Hebes le Renoumes

Sir Hectimere

Sir Helaine le Blank

Sir Hervise de la Forest Savage

Sir Hervise le Revel

Sir Ironside (also called the noble Red Knight of the Red Launds).

Sir Kay de Stranges.

Sir Ladinas of the Forest Savage

King of the Lake

Earl Lambaile

Sir Lambegus

Sir Lamiel of Cardiff

Sir Lavaine

Sir Lovel

Sir Lucan the Butler.

Sir Mador de la Porte

Sir Marhaus

Sir Marrok

Sir Melleaus de Lile

Sir Melion of the Mountain

Sir Meliot de Logris

Sir Meliagaunce

Sir Menaduke

Sir Morganore.

Sir King Nentres of Garloth

Sir Nerovens.

Sir Ozanna le Cure Hardy.

Sir Patrise of Ireland

Sir Perimones

Sir Persaunt

Sir Persides

Sir Pertilope (also called the Green Knight)

Sir Petipase of Winchelsea

Sir Pinel le Savage

Sir Plaine de Fors

Sir Plenorius

Sir Priamus.

Sir Reynold, the Duke de la Rowse

Sir Sadok

Sir Sagramore le Desirous

Sir Safere

Sir Selises of the Dolorous Tower

Sir Sentraile

Sir Servause le Breuse

Sir Suppinabilis.

Sir Tor

Earl Ulbause

King Uriens of the land of Gore

Sir Urre

Sir Uwaine le Blanche Mains (also called Sir Uwaine le Fise de Roy Ureine )

Sir Uwaine les Avoutres.

Sir Villiars the Valiant.



martes, 6 de septiembre de 2011

La Belle Dame Sans Merci


La balada de John Keats: "La Bella Dama Sin Compasión".
Adoro este poema, en el que la belleza y el horror se entrelazan y ya no es posible distinguir uno de otro o separarlos.
Da tanta pena el desgraciado caballero cómo la dama maldita, el monstruo que no puede evitar su naturaleza.
Ni siquiera el amor puede redimirla, porque la ha amado el caballero, y reyes y príncipes y guerreros innumerables durante un tiempo innumerable... Y de nada ha servido.
El monstruo seguirá siendo un monstruo, en esta balada no hay encanto bestial que contrarrestar, ni absolución posible para esta dama fatal.

I
Oh, ¿qué puede afligirte, caballero armado,
tan solo y pálido vagando?
El junco está marchito en el lago
y de aves no hay un solo canto.

II
Oh, ¿qué puede afligirte, caballero armado,
tan macilento y tan apenado?
Lleno está el granero de la ardilla
y la cosecha ya ha sido recogida.

III
En tu frente veo un lirio
humedecido de angustia y febril rocío;
y en tu mejilla una rosa desteñida
velozmente también se marchita.

IV
«Encontré a una dama en el prado,
muy hermosa, una doncella de las hadas;
su cabello era largo, sus pies eran ligeros,
y salvajes sus ojos miraban.

V
Hice una guirnalda para su cabeza,
y también brazaletes, y un fragante cinturón;
me miró ella al tiempo en que me amaba,
y un dulce gemido lanzó.

VI
La senté sobre mi corcel al paso,
y en todo el día ya no vi más nada,
pues hacia un lado ella se inclinaba
entonando una canción de hadas.

VII
Me encontró raíces de dulce sabor,
y miel silvestre y rocío de maná;
y en una lengua extraña seguro dijo:
“¡Te amaré con fidelidad!”.

VIII
A su gruta élfica me llevó,
y allí lloró y suspiró con aflicción,
y allí cerré sus ojos frenéticos
con cuatro besos.

IX
Y allí me arrulló hasta que me dormí,
y allí soñé, ¡ah, presagio de tormento!,
el último sueño que jamás soñé,
en la ladera del frío cerro.

X
Vi pálidos reyes, y príncipes también,
pálidos guerreros, todos con una palidez de muerte;
y gritaron: “¡La Bella Dama Sin Piedad
esclavizado te tiene!”.

XI
Vi sus hambrientos labios en la oscuridad
en horrible advertencia abiertos,
y desperté, y aquí me encontré,
en la ladera del frío cerro.

XII
Y es por eso que permanezco aquí,
tan solo y pálido vagando,
aunque el junco esté marchito en el lago
y de aves no haya un solo canto.»

lunes, 5 de septiembre de 2011

The Seventh Seal: The knight's first meeting with death



Un hombre que apuesta su vida al ajedrez contra la Muerte. Una antigua escena de leyenda medieval, llevada a cuento, a película, a balada...







The Death

“¿Dónde estaba la muerte? ¿Por qué razón se demoraba tanto? ¿De dónde llegaría? Parecía tomarse su tiempo, desde luego; parecía dirigirse allí muy despacio, regodeándose morosa como lo hacen quienes participan en un cortejo fúnebre. Y por mero reflejo ese pensamiento le llevó una suave música a la cabeza, una música como esa que se escucha en el teatro cuando la heroína de la obra está a punto de hacer su entrada en escena, una música que anuncia un acontecimiento crucial e inminente. Todo eso, sin embargo, le había parecido siempre ridículo, un recurso muy poco artístico. Pues así parecía actuar la muerte.”


“De repente percibió un ruido que parecía producirse abajo, quizá en la primera planta del edificio. Fue un ruido lejano, amortiguado problablemente por esa lejanía; acaso el de unos pasos sobre los peldaños de hierro de la escalera. Unos pasos lentos... Aguzó el oído y pudo contar hasta cien entre un paso y otro. Aprensiva e histérica, a penas podía hacer otra cosa... Pero... ¿dónde estaba la música fúnebre que forzosamente debería acompañar aquellos pasos. [...]

No le cupo duda de que era la muerte quien subía despacio por la escalera, enseñoreándose de la casa vacía. Y supo que era así porque no podía decirle otra cosa la sensible inteligencia en su oído, no su mera capacidad de escuchar.
Concentró todos sus esfuerzos, que eran incluso dolorosos, en oír cualquier sonido que llegase de la escalera, sabedora de que tenía que hacerlo por muy duro y difícil que le resultara. ¿Cómo iba a relajarse, no obstante, con todo lo que tenía que hacer? Cada minuto, cada segundo, sería vital; la muerte, aun despaciosa, no desaprovechaba el tiempo de apuntar con su dedo frío las almas que quiere llevarse, apenas emergen éstas del cuerpo putrefacto de los difuntos. Y ella, al menos, iba a tener el honor de recibirla en persona, como se recibe a los heraldos, o a los subordinados, que al fin y al cabo eso es la muerte: una especie de emisario del más allá.
El sonido de aquellos pasos decía a la mujer que la muerte avanzaba lenta pero inexorable. Peldaño a peldaño y descansillo tras descansillo, se acercaba, no obstante anduviese con mayor lentitud que antes. Tan leves eran sus pasos como el ruido amortiguado pero constante que hacían. La muerte, si bien muy lenta, avanzaba sin tregua.”


“Contaba la mujer los pasos, uno, dos, tres... Y se irritaba al observar las pausas tan largas que hacía la muerte entre un paso y otro. Cuando la muerte proseguía su lento ascenso, volvía a contarlos, cada vez más audibles, cada vez más próximos, secos, sin eco... ¿Cuantos peldaños habría en aquella escalera? Nunca se había detenido a contarlos. Ahora le hubiera gustado saberlo, pero... ¡qué importaba ya! Cada uno de los pasos de la muerte anunciaba su presencia inmediata; nada más podía decir aquella mayor sonoridad de su avance. Supo bien la mujer cuando llegaban a un descansillo; incluso calculó bien los segundos que se detendría allí antes de acceder a los últimos tramos de la escalera... Y calculó perfectamente también, lo que tardaría en llegar al pasillo de la planta en la que estaba la habitación. Y supo al fin cuando se detuvo ante la puerta. Entonces llamó la muerte con sus nudillos de hierro.
Los nervios impidieron a la mujer decirle que adelante. La muerte volvía a golpear la puerta con sus nudillos, de manera más imperiosa. Sintió la mujer que aquellos golpes en la puerta hacían temblar las paredes del cuarto. Entonces se dejó sentir el sonido del pomo de la puerta en un giro. Y en un movimiento raudo e instintivo, en busca de protección, la mujer se arrojó a los brazos del esposo.
Cuando Mary abrió la puerta y entró en la habitación vio a la mujer muerta, yaciente junto al hombre muerto.”

La Muerte y la Mujer - Gertrude Arterton