lunes, 5 de septiembre de 2011

The Death

“¿Dónde estaba la muerte? ¿Por qué razón se demoraba tanto? ¿De dónde llegaría? Parecía tomarse su tiempo, desde luego; parecía dirigirse allí muy despacio, regodeándose morosa como lo hacen quienes participan en un cortejo fúnebre. Y por mero reflejo ese pensamiento le llevó una suave música a la cabeza, una música como esa que se escucha en el teatro cuando la heroína de la obra está a punto de hacer su entrada en escena, una música que anuncia un acontecimiento crucial e inminente. Todo eso, sin embargo, le había parecido siempre ridículo, un recurso muy poco artístico. Pues así parecía actuar la muerte.”


“De repente percibió un ruido que parecía producirse abajo, quizá en la primera planta del edificio. Fue un ruido lejano, amortiguado problablemente por esa lejanía; acaso el de unos pasos sobre los peldaños de hierro de la escalera. Unos pasos lentos... Aguzó el oído y pudo contar hasta cien entre un paso y otro. Aprensiva e histérica, a penas podía hacer otra cosa... Pero... ¿dónde estaba la música fúnebre que forzosamente debería acompañar aquellos pasos. [...]

No le cupo duda de que era la muerte quien subía despacio por la escalera, enseñoreándose de la casa vacía. Y supo que era así porque no podía decirle otra cosa la sensible inteligencia en su oído, no su mera capacidad de escuchar.
Concentró todos sus esfuerzos, que eran incluso dolorosos, en oír cualquier sonido que llegase de la escalera, sabedora de que tenía que hacerlo por muy duro y difícil que le resultara. ¿Cómo iba a relajarse, no obstante, con todo lo que tenía que hacer? Cada minuto, cada segundo, sería vital; la muerte, aun despaciosa, no desaprovechaba el tiempo de apuntar con su dedo frío las almas que quiere llevarse, apenas emergen éstas del cuerpo putrefacto de los difuntos. Y ella, al menos, iba a tener el honor de recibirla en persona, como se recibe a los heraldos, o a los subordinados, que al fin y al cabo eso es la muerte: una especie de emisario del más allá.
El sonido de aquellos pasos decía a la mujer que la muerte avanzaba lenta pero inexorable. Peldaño a peldaño y descansillo tras descansillo, se acercaba, no obstante anduviese con mayor lentitud que antes. Tan leves eran sus pasos como el ruido amortiguado pero constante que hacían. La muerte, si bien muy lenta, avanzaba sin tregua.”


“Contaba la mujer los pasos, uno, dos, tres... Y se irritaba al observar las pausas tan largas que hacía la muerte entre un paso y otro. Cuando la muerte proseguía su lento ascenso, volvía a contarlos, cada vez más audibles, cada vez más próximos, secos, sin eco... ¿Cuantos peldaños habría en aquella escalera? Nunca se había detenido a contarlos. Ahora le hubiera gustado saberlo, pero... ¡qué importaba ya! Cada uno de los pasos de la muerte anunciaba su presencia inmediata; nada más podía decir aquella mayor sonoridad de su avance. Supo bien la mujer cuando llegaban a un descansillo; incluso calculó bien los segundos que se detendría allí antes de acceder a los últimos tramos de la escalera... Y calculó perfectamente también, lo que tardaría en llegar al pasillo de la planta en la que estaba la habitación. Y supo al fin cuando se detuvo ante la puerta. Entonces llamó la muerte con sus nudillos de hierro.
Los nervios impidieron a la mujer decirle que adelante. La muerte volvía a golpear la puerta con sus nudillos, de manera más imperiosa. Sintió la mujer que aquellos golpes en la puerta hacían temblar las paredes del cuarto. Entonces se dejó sentir el sonido del pomo de la puerta en un giro. Y en un movimiento raudo e instintivo, en busca de protección, la mujer se arrojó a los brazos del esposo.
Cuando Mary abrió la puerta y entró en la habitación vio a la mujer muerta, yaciente junto al hombre muerto.”

La Muerte y la Mujer - Gertrude Arterton

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.