sábado, 27 de octubre de 2012
"Becket, Ou l'honneur de Dieu"
sábado, 29 de septiembre de 2012
San Miguel Arcángel
Es cómo si fuera a alzar el vuelo, triunfante.
viernes, 7 de septiembre de 2012
Magnificat
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgwWdkfbyrNOl16KaPHgQ8HJsojgvCBJJaunx76BCKFC_8g4vgrr-inn-xCi_ewXT8z68lQ-fgtMyoFppUVIxv8vKLt1Y0YjsUZYR710nB6ee9_-KxOaoFwoEsGRfe8kmttymVeBiTRe2c/s400/Bartolom%25C3%25A9_Esteban_Perez_Murillo_021s.bmp)
"Glorifica mi alma al Señor,
y mi espíritu se goza en Dios mi Salvador,
porque ha mirado la pequeñez de su esclava.
Y he aquí que desde ahora me felicitarán todas las generaciones;
porque en mí obró grandezas el Poderoso.
Santo es su nombre, y su misericordia para con los que le temen
va de generación en generación.
Desplegó el poder de su brazo; dispersó a los qu se engrieron en los
pensamientos de su corazón.
Bajó del trono a los poderosos, y levantó a los pequeños;
llenó de bienes a los hambrientos, y a los ricos despidió vacíos.
Acogió a Israel su siervo, recordando la misericordia,
conforme lo dijera a nuestros padres en favor
de Abrahán y su posteridad para siempre."
(Magnificat de María)
lunes, 20 de agosto de 2012
The Were-Wolf by Clemence Housman
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgrJQfY7GgJgEQYitwzSFlAllYI0QReOw6EIocVu4AbZS-F_GCOeHExJ8AfZiQj4nHsKg26E7P8VzJIjqNoKmGdidl54vuKz183VNrRf9W4-d1-6YVRMX7iYpSg0XM0IpPnhMuZeC_M94o/s400/front.png)
Los monstruos caminan entre los hombres, ocultos “bajo una belleza de flores”.
En mitad de la infinita blancura (que se extiende hasta más allá de dónde alcanza la vista), y bajo un cielo cuajado de heladas estrellas, pueden sucederse carreras vertiginosas hasta la medianoche. Carreras que, burlándose a carcajadas del frío doloroso que ya de por sí quema, encienden los pulmones cómo si éstos estuvieran en llamas, fuego líquido e insoportable extendiéndose por el pecho.
Y, entonces, sangre escarlata y aún humeante empapa la nieve inmaculada.
Rojo sobre blanco.
Bestias con pieles níveas... también níveas, cómo todo paisaje y escena allí... Pieles suaves, delicadas, pertenecientes a seres que no tienen alma, y cuyo instinto sediento de rojo sobre el blanco aplasta, agarra, pierde, devora, consume... Pieles que son cómo el invierno nórdico imperante, crudo e inmisericorde, y, a la vez, poseedor de una belleza inmutable y serena a su cruel manera.
Ojos llenos de las estrellas del cielo. Que seducen y te llevan consigo... te llevan consigo...
Y al amanecer has cerrado tú tus ojos, y estás muerto. Y tu piel es toda blancura... sobre blanco. Blanco, y el rojo corriendo por todas partes. Hasta que la bestia hace desaparecer también tu piel, cómo ha hecho desaparecer ya tu dulce vida en mitad de un beso dulce...
Se lleva todo lo que había en ti... y ya no quedan siquiera huesos blancos sobre el blanco.
Ha devorado tus entrañas.
Y luego se pierde en la nieve.
Una belleza cruel. Que se marcha sin decir adiós.
Así es el invierno.
No obstante... aún es poco para la Belleza que mata el rubí rojo que es la joya que ha obtenido.
¿Quizás desearía también la paz...? Eso le gusta decir.
¡Qué poética es la muerte!. La bestia no está en paz. Es el cuerpo blanco que ya no existe y que está en el interior del monstruo el que ha logrado envolverse en La Paz. Y no la bestia.
Pobre bestia...
Eso le gusta decir.
Y esas sombras que hacen llorar a los niños entran en las casas cálidas, cálidas a resguardo del horror de la vida y del frío, y se agazapan lejos de la luz del fuego liberador, que ahuyenta a los espíritus.
Una gran Valentía puede caer en la espiral de la bestia, si se aleja demasiado del círculo protector de la hoguera en la chimenea (que ahuyenta a los espíritus). Porque a menudo esa valentía y la ferocidad guerrera que la compaña y el alma victoriosa y feroz pueden admirar, sentirse afines, e incluso llegar a aprobar esas naturalezas bestiales que encarnan cualidades semejantes... junto con la inseparable perversidad sin remordimiento que es el alma del cazador.
Porque a despecho de toda resistencia maravillosa, elasticidad impresionante de movimientos y músculos, coraje y poderío, un cazador es un cazador.
Y la muerte es parte de él.
La Muerte es él.
Si la Conciencia no puede disuadir a la Valentía imprudente, irresponsable... intolerable, entonces esa conciencia debe correr en la noche para saltar sobre el cazador antes de que la cacería comience.
Uno solo en todo ese mundo nevado podía igualar a la Bestia en resistencia y velocidad de leyenda. Y se trata de esa Conciencia del desespero, ese que encarna el ardiente sentimiento que eclipsa cualquier otra cosa... porque es la fuerza que ama.
Un amor que no es egoísta. Que no puede quedar jamás, jamás subyugado por lo que admirable, fascinador parece a simple vista, y fantástico, y que en verdad sólo es seducción del mal... y belleza cruel.
Pero el amor a menudo es entregado a las fauces de la muerte por redimir, en esta ocasión la atracción salvaje que puede ejercer una bestia sobre un Valor equivocado.
Y el blanco vuelve a llenarse de rojo. Pero esta sangre no sólo es roja, sino que está impregnada de algo especial... Verdadero sacrificio. Amor, sólo amor.
Amor que impulsa un alma hacia las estrellas. Para que todo vuelva a empezar.
La próxima vez todo será distinto... pero lo que no cambiará, hasta que las mismas estrellas caigan y se desvanezcan para siempre, es ese inmutable amor.
No sólo el invierno cruel es inmutable. El amor es más firme que la crueldad. El amor no muda nunca, pero la crueldad sí se acobarda y mengua, se empequeñece, se esconde cómo las sombras a plena luz del mediodía.
La piel blanca, la bestia, yace sobre la nieve.
Es ella ahora la que es blanca y roja, sobre blanco manchado de rojo. Y a su lado, uno que es sacrificio de amor muestra más de lo mismo.
Qué curioso que en la muerte quedaran unidos... El Amor y la Bestia. Sus cuerpos yacieron uno junto a otro, cómo niños que duermen tras haber jugado hasta la extenuación.
Al final, el Valor puede odiar... porque ciega fiereza se entremezcla en él. Cómo la bestia y el invierno habían sido bravos y crueles.
Pero a pesar de ese odio, ya no hay más opciones: ha acabado el cuento, y al Valor sólo le resta asumir una deuda de amor tan grande.. que amenaza con devorarle entero, hasta que ya no quede nada de él cómo si la bestia continuara viva... Pero es algo bueno, sagrado y demasiado grande para expresarlo lo que le devora esta vez. Y el Valor volverá así a casa, lleno de la sangre roja de la Conciencia, cómo un insólito amuleto (ungüento protector) que ha quebrado un hechizo maligno.
martes, 7 de agosto de 2012
miércoles, 20 de junio de 2012
Los Aristogatos
martes, 19 de junio de 2012
Fausto y Mefistófeles
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhFCP5RfSmjodCf1NzsAWysvvPg234LmLRFLP42unrK3HcLyttyAOShPe48JfOji4DL7wf0Bf_Y_kn2Bc4NxOYX6_08OEZqMNZQqkXI066XHMxzH3pjyrgHPW5A9sCR4W7_-q6bvQUmUW8/s400/feer.jpg)
“MEFISTÓFELES:
(Apareciendo de repente)
¡Aquí estoy!
¿De qué te extrañas?
¿No me encuentras a tu gusto?
La espada al costado, la pluma en el sombrero,
la escarcela llena,
una suntuosa capa sobre los hombros;
en suma, ¡un auténtico gentilhombre!
¡Y bien! Doctor, ¿qué quieres de mí?
¡Habla, vamos!... ¿Te doy miedo?.”
(“Fausto”, ópera de Charles Gounod. Fragmento del Acto I)
¿Quién ha podido reflejar tan maravillosamente cómo Harry Clarke el ambiente opresivo, retorcido y demoníaco que se respira en la historia de “Fausto”? (en este caso, la versión de Goethe).
Para mí, ningún otro ha podido igualar las escenas tan atrozmente vividas, llenas de engendros, sombras o figuras que aparecen y desaparecen conforme uno cree que están o que no existen, respectivamente. Que parecen ser fruto de la imaginación, espejismos... allá dónde sólo hay color y una vaga protuberancia más oscura que semeja ser un ojo vigilante... que nunca puede identificarse como tal por completo.
Clarke obliga a nuestra percepción, con ingenio macabro, a sumergirse en un mundo onírico y salvaje, cruento. Nos hace participar activamente en él, cómo si fuéramos otro Fausto o Margarita boquiabierto, buscando desesperadamente aferrarse a algo de cordura en la pura abyección y el delirio de esos trazos... que no son trazos, sino más bien las trazas de un completo mundo infernal. Mundo en el que, cómo expresaría Poe, “abunda lo hermoso, lo extraño, lo lujurioso, mucho de lo terrible y no poco de lo que podría considerarse repugnante”.
Y, ¿sabéis?; el color no ayuda en el universo de Clarke. No suaviza ni esconde el horror y la perversidad. No dulcifica las líneas que forman la pesadilla y el asco.
El color, aplicado por los caprichos de esa tormentosa mente, lo único que logra es realzar lo sombrío (aunque esto parezca un sinsentido).... Cómo la llama del Tártaro que “no luz sino visible oscuridad ofrece” de “Paraíso Perdido”.
Sí, esos intensos pigmentos, las gamas elegantes y magistralmente entremezcladas (entrelazadas) sólo confieren a la ilustración un tono aún más espantoso de realidad y vida palpitante; cómo la sangre roja inundando las venas.
Por ello, y aun cuando todas y cada una de las ilustraciones que forman el “Fausto” de Goethe por Harry Clarke estremecen y fascinan (repelen; causan nausea; a veces risa; admiración... y aun turbación), la más emblemática de todas ellas sin duda... la más famosa, la que todo el mundo relaciona (cómo magistral) con este consumado autor de piezas de pesadilla... Y la que muestra tan soberbiamente el corazón y las entrañas mismas de esta leyenda oscura y caótica sobre un hechicero que vende su alma al Diablo...
...Es la que corona esta pequeña crítica, y que titulan: “Is there anything in my poor power to serve you?”.
La imagen muestra a un anciano Fausto vestido enteramente de verde esmeralda frente a un libro de hechizos, inevitablemente impresionado (y quizás también horrorizado) al ver a Mefistófeles, acabado de convocar, junto a él. Mefisto viste unos ropajes que son rojizos, anaranjados y amarillos, extraños y oníricos cómo su propia persona. Alta, elegante y majestuosa, con unos ojos rasgados parecidos a los de un gato, llenos de una malicia sardónica temible, y un rostro fino y delicado irónicamente bello y agradable. Pero no desprovisto de un aura encantada, sobrenatural.
Sus manos de dedos muy largos y delgados, espectrales... Sus pequeños pies del tamaño de los de un niño, cómo era hermoso según el canon de la época, enfundados en un calzado que parece más bien llamas lamiendo...
Así, desde la enigmática cabeza cubierta por un distinguido sombrero adornado con una pluma rojísima, a la usanza de la moda de un caballero, hasta esa especie de botas crepitantes... Todo en Mefistófeles parece despedir un halo seductor y a la vez atroz.
Una ilustración contradictoria, ¿verdad?. Frente a la cual nadie sabe precisar (ni puede decidirse) si causa lógica inquietud, ante la visión de un poder infernal invocado y aparecido, con su expresión de atenta cortesía ocultando las intenciones demoníacas y la perdición de su ser; o si, a pesar de todo, no causa más bien una especie de morbosa fascinación contemplar cómo el Mal es capaz de revestirse de un aspecto tan atractivo y gentil.
Porque Mefistófeles, lógicamente y cómo no puede ser de otra manera, es un demonio (según la leyenda, para más señas, de altísima jerarquía). Y Clarke no disimula o maquilla esto en absoluto. Dota a su Mefisto de un aura inequívoca (aunque más bien la historia gira entorno a lo equívoca que es, lo engañosamente perversa) que evoca a este otro fragmento de “Paraíso Perdido”:'El Infierno dentro de él, pues el Infierno dentro trae, y alrededor de sí, y del Infierno cual de sí volar no puede un paso aunque cambie de lugar'.
Así, simplemente, lo que muestra “Fausto” respecto a Mefistófeles es que un demonio puede alejarse de la figura bestial, híbrida entre rasgos humanos y animales, de la que obras cómo el “Diccionario Infernal” de Collin de Plancy hacen un total, primario y estúpido uso y abuso, y mostrar la guisa y maneras de un caballero... para su propia conveniencia. Para seducir, subyugar, impresionar. Fascinar.
Así pues, el fragmento citado de la ópera de Gounod lo dice todo por sí mismo:
“MEFISTÓFELES:
(Apareciendo de repente)
¡Aquí estoy!
¿De qué te extrañas?
¿No me encuentras a tu gusto?
La espada al costado, la pluma en el sombrero,
la escarcela llena,
una suntuosa capa sobre los hombros;
en suma, ¡un auténtico gentilhombre!
¡Y bien! Doctor, ¿qué quieres de mí?
¡Habla, vamos!... ¿Te doy miedo?.”
Un demonio, en esencia, no es más que un ángel. ¿Y que ángel no es hermoso?. Aún caído.
Eso es lo que es Mefistófeles, un ángel caído.
Y Harry Clarke es un maestro, que da con el tono más adecuado, con la expresión más perfecta de esta dualidad entre apariencia y depravación. Pone rostro a Mefistófeles de una forma única y abrumadora, cómo ningún otro artista ha podido igualar jamás. Pues ya no se trata siquiera de “mero” arte, de una simple disposición de líneas regidas por cánones conceptuales, sino de pura imaginación e inspiración, pura concepción de escenas que insólitamente saben seccionar un fragmento del mismo Infierno para depositarlo, inofensivo pero vivo, en nuestras manos.
¿Y Fausto?. Ese Fausto que busca lo oculto, aunque su sed de conocimientos le lleve a la condenación eterna... Ese Fausto vestido de esmeralda, de mirada desorbitada, que desea firmar un pacto con el Diablo, y a la vez ésta idea le repele porque es humano y teme...
Y, sin embargo, su humana debilidad hacia lo desconocido queda expulsada, él la vence. Se obliga a vencerla.
A la par que desecha toda la mundana felicidad que aún le pueda quedar a un anciano cómo él sobre la tierra, y la promesa del Cielo en la otra vida... Él busca un imposible, ¿por qué no?, un ideal. El poder sin cortapisas, la juventud ardiente y el amor nunca antes experimentado...
Fausto prefiere el mundo secreto (vedado al ojo mortal), esas formas que ahora puede percibir por primera vez... que transforman los colores, vuelven del revés toda ley natural... Prefiere todo esto antes que volver a una realidad en la que, bajo su punto de vista, únicamente le resta morir y olvidar los sueños insatisfechos de una vida insatisfecha.
Así, la elección de Fausto recuerda a esta “Rima XI” de Gustavo Adolfo Bécquer:
“—Yo soy ardiente, yo soy morena,
yo soy el símbolo de la pasión,
de ansia de goces mi alma está llena.
¿A mí me buscas?
—No es a ti, no.
—Mi frente es pálida, mis trenzas de oro:
puedo brindarte dichas sin fin,
yo de ternuras guardo un tesoro.
¿A mí me llamas?
—No, no es a ti.
—Yo soy un sueño, un imposible,
vano fantasma de niebla y luz;
soy incorpórea, soy intangible:
no puedo amarte.
—¡Oh ven, ven tú!.”
Y por eso quizás se le apareció el singular demonio, y no debido a una triste invocación impresa en un vetusto libro de hechizos. Pues todas las potencias de la mente y el alma puestas en un mismo (y obsesivo) propósito son más eficaces que cualquier ensalmo “mágico”.
Fausto negó a la Vida... pero el Infierno pudo escuchar y respondió a su llamada.
“—¡Oh ven, ven tú!”.
lunes, 28 de mayo de 2012
"The Death and the Love..."
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjo68lLm5nqwe5-H_zFAaGlZZkNaGeNMj3FNlO4Qi45OvuLA9KegXzMZsdgiYoa5mb0_04mvfEF8hDOvQwbGBLDEVEOKebUZ-EIH-gsEaW8bq9PT-itoNsQ9EcVKM3euqGvALHG7xXw6VM/s400/Elna-Borch-Death-and-the-Maiden-Glyptotek-Copenhagen-1912-580x773.jpg)
En la clara alba, o caída la noche,
cada cual escoge a la moza o el galán.
Ardiente suspiro o bien gélido aliento,
Enloquece o hiela a la moza y el mozo,
El Amor y la Muerte atrapan a su presa
Al alba y por la noche en paciente emboscada."
(Le Fanu)
jueves, 19 de abril de 2012
The Unicorn
Creo que el símbolo del Unicornio refleja a la perfección tu alma de poeta.
"El santo levantó la cabeza, y la oración
cayó de su cabeza hacia atrás, como un casco;
pues sin ruido se acercaba el nunca creído,
el blanco animal que como una robada
cierva desamparada suplica con los ojos.
El marfileño pedestal de las patas
se movía en ligeros equilibrios,
un blanco fulgor se deslizaba, dichoso, por la piel,
y en la frente del animal, calma y luminosa,
se alzaba, como una torre a la luna, el cuerno tan claro,
y cada paso acontecía para que se irguiese.
El hocico, con su bozo gris y rosa,
estaba algo replegado, de modo que brillaba
un poco de blancura de los diente (más blanca que nada);
los ollares husmeaban y anhelaban sin ruido.
Pero sus miradas, a las que nada limitaba,
proyectaban imágenes al espacio
y cerraban un círculo azul de leyendas."
domingo, 8 de abril de 2012
sábado, 31 de marzo de 2012
Bailarina Española
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg6LG4o5oSXSmfSkvj8sDU_p0m_QsjdSjOLpOsg4qy7IWVvpNQ_864NDyPLmFDguLh3HFdOXVJjySn-KexGmZB1hH3vSO4AJ8LB3VKNIEb3XfteyzFavIcVA06SwfvF8eNYjvnP42RsBhk/s400/Dancing.jpg)
"Como en la mano una cerilla, blanca,
antes de hacerse llama, a todas partes
extiende lenguas convulsivas: empieza en el círculo
de expectadores cercanos, brusca, clara y ardiente,
a extenderse en redondo su danza convulsiva.
Y de repente es llama toda entera.
De una mirada enciende ella su pelo
y hace girar de pronto, con su atrevido arte,
su traje entero, por dentro de este incendio,
del cual, como serpientes que se asustan,
salen los desnudos brazos, vivaces, castañeteando.
Después, como si el fuego le resultara escaso,
lo junta todo entero y lo echa al suelo,
muy altiva, con orgulloso gesto,
y lo mira: allí yace, rabioso, por la tierra,
y aún sigue llameando y no se entrega...
Pero triunfal, segura y con suave
sonrisa de saludo, alza la cara
y lo apaga al pisarlo con pequeños pies firmes."
(Bailarina Española – Rainer Maria Rilke)
viernes, 23 de marzo de 2012
"Lamento..."
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjfH8qvr2hMRCtsWwE5vvNDzwAX7ByVVcxvVwwKnrGII0fbj7NV_h8I3nk5uzGyZlIHVaKP18bgdofF08mAQC6IRURdyC-ebGMOMiarUyt8BJpKJ5p_J31cs7ydyu1PuOKH78aAoRaDAH0/s400/la_pia_de_tolomei-large.jpg)
"¡Qué lejano está todo!
¡Cuánto hace que pasó!
Yo creo que la estrella cuyo brillo recibo
lleva milenios muerta.
Yo creo que en la barca
que acaba de pasar
he oído algo terrible.
En la casa un reloj
está dando la hora...
¿En la casa de quién?
Yo quisiera escapar de este corazón mío
y trepar hasta el cielo, tan enorme.
Yo quisiera rezar.
Y entre tantas estrellas
debería existir al menos una.
Yo creo que sabría distinguir
la única entre todas
que perdura,
la que, lo mismo que una ciudad blanca,
subsiste en el extremo de su brillo en los cielos..."
(Lamento – Rainer Maria Rilke)
jueves, 15 de marzo de 2012
"Non Serviam"
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgEqFj8PT6Dy4AGzfA2oGStsgsqP0XhjdF9r_9NXFCSg3a6NYduE7WRoVCCz_pRjUkGedgDlPwILg_I9Fh3XIFj4ioWknSLHm-f5AmUfupb1T4_b2Av3itNu8xMRTI-2LUwXqZ3L05ikLA/s400/800px-Fallen_Angel_%2528Alexandre_Cabanel%2529.jpg)
Este cuadro de Alexandre Cabanel se llama: "Fallen Angel".
Muestra a Lucifer.
El Ángel de la Estrella de la Mañana.
El Lucero del Alba.
No.
Más bien a Satanás. El Enemigo.
El Caído.
Según el diccionario teológico anexo a la centenaria Biblia familiar, la definición es clara:
“Demonio: (1) Espíritu Malo. Nombre dado a los ángeles que antes de la creación de Adán se rebelaron contra Dios, y como castigo fueron arrojados de los cielos, convirtiéndose en perversos enemigos de Dios y de los hombres. Los demonios no perdieron toda su grandeza y poder originales, después de haber pecado, y ahora emplean su astucia para el mal. La enseñanza común es que su pecado fue debido al orgullo; Suárez, en cambio, enseñaba que su desobediencia consistió en negar adoración al Verbo Encarnado cuando Dios lo reveló a los ángeles. (...)
(2) Por antonomasia se le llama el Demonio o el Diablo al príncipe de los ángeles caídos; se le da también el nombre de Satanás, que quiere decir adversario. El pecado entró en el mundo por sus celos (Sab. 2:24). Trata constantemente de poner asechanzas contra la salvación de los hombres, y hasta llega a convertirse en ángel de luz para confundirlos.”
Así pues, anteriormente, el que llamamos hoy Demonio fue el más brillante (cegador) de los brillantes Ángeles.
“¡Cómo has caído de los cielos, oh Lucero, hijo de la Aurora!. ¡Has sido abatido a tierra, dominador de naciones!.”
Espíritu ardiente y majestuoso, el Portador de la Luz.
Jefe de miríadas incalculables bajo su estandarte.
“(...) ¡Pero has sido precipitado al Seol, a lo más hondo del pozo!.”
Se entiende que mucho antes de que el Mundo y el ser humano fueran creados, tuvo lugar esa Caída abismal. Una titántica batalla en la que Lucifer se alzó en armas abiertamente contra Dios, capitaneando su propio ejercito de Serafines, Querubines, Tronos, Dominaciones, Virtudes, Potestades, Principados, Arcángeles y Ángeles que simpatizaban con la causa de la Estrella de la Mañana, y que se habían dejado seducir por él, escogiendo a Lucifer cómo Adalid frente al Altísimo, plantando cara a las Legiones fieles e incorruptibles. Bien por querer suplantar a la Divinidad, orgullosos, o por aversión a la futura y humana encarnación de Dios, El Hijo.
Por supuesto, aunque lo cierto es que se desconocen los motivos exactos de la perversión del Espíritu que llamaban el Portador de la Luz, estas dos versiones de la historia han sido las que han prevalecido tanto en el concepto del credo popular cómo en el imaginario colectivo.
Sea cómo fuere, aquí se trata de la Majestad Caída.
Sí.
Caída.
¿Por qué cómo podría ser de otra manera?.
¿Quién puede osar imaginar siquiera derrocar al Todo?. ¿A un Supremo Hacedor?. ¿Quién puede creer medirse con Dios?.
Dios, que ha estado siempre, siempre ahí, Inmutable e Insomne, desde lo que ni siquiera puede ser concebido. Desde que no existía aún la Oscuridad cómo para que podamos imaginar un vacío negro (de primaria increación) a su alrededor.
NADA (si es que alguien puede atrapar ese concepto, evocar lo que es pura y absolutamente NADA) había salvo Él. Él por sí mismo, nacido de ningún lugar. Sólo Él.
Por muy masivo que pudiera ser el fiero Portador de la Luz y sus compañeros, en el fondo la historia no deja de tener un punto extraño e inconexo. Que el propio Lucifer, entonces encumbrada e inenarrable potencia celeste, olvidara que, en primer lugar, fue Dios quién le creó... Y que, por tanto, es imposible “derrotar” o causar algún tipo de mal a un ente Todopoderoso...
Resulta hasta absurdo, de alguna manera. ¿Verdad?.
No obstante... ¿y si quizás todo esto no le importaba a Lucifer lo más mínimo?. ¿Y si quizás tan sólo buscaba escindirse de Dios?. Meramente eso. Resultando obvio para él desde el principio que no era posible vencer la guerra...
Si simplemente Lucifer, lleno de la obcecación maligna que ya había germinado fácilmente en su alma ya pervertida por Dios sabe qué, hubiera querido crear su propio Imperio de Tinieblas y Caos, lejos del Empíreo... Prefiriendo perder toda su anterior majestad, y su ardor celestial, en alas de obtener su propio feudo y corte servil...
Pero esto ya es mucho divagar. Ciñámonos a la historia “conocida”.
Lo único que importa en realidad es que cualquier batalla estaba perdida antes de empezar.
Finalmente, cómo todo el mundo sabe, Miguel, Príncipe de las Milicias Celestes, Caudillo que no tenía absolutamente nada que envidiar a la Estrella de la Mañana, pues era tan resplandeciente y regio cómo el propio Lucifer, cargó contra los Rebeldes con sus tropas mil millones de veces más innumeras que los espíritus corrompidos. Alzando su legendaria Espada Flamígera, arrojó a toda la inmunda tropa al Abismo.
Desde los cielos, cayeron cómo estrellas fugaces las miríadas perdidas.
Cayeron,
Cayeron,
Cayeron.
Me gustaría tanto que alguien se pusiera de acuerdo en cuanto al tiempo que duró ese descenso sin fin... El poeta John Milton sostiene que fueron nueve días. Hermoso número, pero yo también tengo mi propia teoría al respecto...
Pero en realidad nadie lo sabrá jamás.
Es obvio que no puede saberse algo así...
Y nadie está dispuesto a preguntarle al Diablo sobre el tema.
En fin...
Despeñados del seno de los Cielos, los vencidos perdían a toda velocidad sus rasgos beatíficos.
Su poderío. Su gloria.
Y quizás hasta también adquirían esa faz bestial, desfigurada, que se asocia a ellos, detestable y repulsiva cómo lo fue su pecado (sólo quizás. Al fin y al cabo, quién ha sido Ángel... algo conservará de ello para siempre. No creo que nada pueda cambiar tanto su naturaleza.)
“¡Cómo has caído de los cielos, oh Lucero, hijo de la Aurora!. ¡Has sido abatido a tierra, dominador de naciones!.”
No se sabrá jamás si una vez aturdido y fulminado en los Infiernos, el que antaño fuera el Lucero del Alba (ahora ya todo eso estaba perdido. De su antiguo fulgor de Aurora no quedaba ni rastro) se arrepintió o no de haber abandonado las Regiones Eternales de luz y gozo.
“(...) Decir no puedo: '¡Oh viejo rey!, ¿por qué estás dormido?', pues se ha alejado el cielo de ti, no te tiene por Dios; ni tampoco el océano, con su solemne estrépito, se acuerda de tu cetro; y hasta el aire ha quedado vacío de tu antigua majestuosidad.” (Hiperión – John Keats)
¿Quizás lamentó no haber sido más cauto?. ¿Hubiera sido mejor callar y postrarse ante el Creador, y seguir existiendo así sin más cómo admirado y adorado ángel?.
Pero ahora era Rey por sí mismo.
Rey de los Infiernos.
“Mejor reinar en el Infierno que servir en el Cielo”. (Paraíso Perdido – John Milton)
Me gusta imaginar que es inevitable, sin embargo, no añorar la Luz Celeste desde las entrañas del Tártaro.
¿Cómo no podría echar de menos Lucifer su brillo de madrugada?. Portador de Luz...
Ahora su nombre es Satán.
“Satán: llamadlo de este modo, pues su nombre antiguo no pronuncia el Cielo ya.” (Paraíso Perdido – John Milton)
Todo comenzó, pues, con una insurrección y una guerra.
Y el consiguiente castigo a los traidores.
Y así llegamos hasta nuestros inciertos y contemporáneos días.
Días en los que Geefs y Bellver han erguido estatuas al “Perdido Arcángel”, que muestran un ser hermoso (pero fatal) y atormentado.
“El Ángel Caído” de Bellver (que se encuentra en los Jardines del Buen Retiro, Madrid) representa a Satanás horrorizado, precipitado por ese desgarrador Trueno Divino que ha triunfado sobre su rebelión.
La expresión de su rostro, demudado por el doliente estupor...
Abatido. Fulminado.
Los ojos estremecidos, vueltos hacia el firmamento ya inalcanzable (realmente... realmente él no volverá a ser jamás una estrella deslumbrante. Ha dado la espalda para siempre a la Mañana), la boca convulsionada en un último grito de rabia, impotencia y angustia...
Sobre todo angustia.
Hermoso aspecto, pese a todo. Varonil ejemplo de belleza.
Éste Satanás no ha sido deformado por su Caída. Aún si su poder menguado y su brillo apagado, el semblante continua siendo el de un Ángel.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjD_v7v3L87yDHmkotT-OaTzk1LM7sbSPlQwt1SJUx2i0L9V3_KA1RDhEPSVBRdVK7wTbsiLb3TocTloM_BIDAFgropEuO6_2CkeODg8nXo4f2nRT9mRHDL_e_Sxlp62GvxLKPxrhXkcgA/s400/angel-caido2.jpg)
"En figura y gesto, eminencia altiva,
Se alzaba como torre; no perdiera aún su forma
Todo su fulgor original, ni menos parecía
Que caído Arcángel (...)" (Paraíso Perdido – John Milton)
En la escultura “Le Génie du Mal” (El Genio del Mal, ¡qué nombre apropiado!) de Guillaume Geefs, expuesta en la Catedral de San Pablo (Lieja), se repite el hechizo.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhW-562BWyTGOaAsMU2Rfnr7t5qLquRSkNAgZ9FqjekEYY0FIZc6N_qyGK71a6n8-o1Rx0Zc5nzu-ShAWEXYb2riSNrICfzBUa9YZSax7HGo-yd_KbF1Fb1mqryC95opnyO4elrcCO9Lzw/s400/gggt.jpg)
De nuevo, podemos ver a un Satán apuesto... de gentil apariencia.
Y triste.
Muy triste.
Su brazo se desespera sobre el rizado cabello, dónde una vez estuvo ceñida la esplendorosa corona que ahora la mano derecha, dolorosa, agarra, sin saber exactamente qué hacer con ese marchito símbolo, después de todo.
¡Ha sido abatida de su cabeza!. ¡Oh, cómo ha perdido su enjoyada corona!. Ya no hay gloria en él.
No hay que olvidar ni por un sólo segundo que ya no es el Lucero del Alba. Ni volverá a serlo por los siglos de los siglos.
"Despierta ahora la conciencia
El dormido desespero, el recuerdo amargo
De quién fue, qué es, y qué ha de ser: peor,
Pues a peores actos peores sufrimientos seguirán." (Paraíso Perdido – John Milton)
Sus alas son una prueba más de la grandeza perdida. Se muestran, en esta estatua, cómo un reflejo oscuro de las plumas cálidas de los ángeles, un rasgo que quiere significar lo malogrado que ha quedado Satán después de su Caída.
Es casi sobrenatural la forma en que el artista ha sabido reflejar la desolación y la amargura en el rostro del Demonio.
“(...) ¡Pero qué diferente del mármol aquel rostro!. ¡Qué hermoso, si el dolor no hubiera convertido más hermoso el dolor que la belleza misma!. Había un expectante temor en su mirada, como si su desgracia estuviera empezando; como si las primeras nubes de aciagos días hubieran descargado su maldad, y acechara la oscura retaguardia con su carga de trenos.” (Hiperión – John Keats)
Su gesto de silencioso y resignado desgarro es quizá más elocuente que cualquier grito o espasmo. Parece cómo si el Infierno lo llevara en su propio interior...
"El Infierno dentro de él, pues el Infierno dentro
Trae, y alrededor de sí, y del Infierno
Cual de sí volvar no puede un paso
Aunque cambie de Lugar." (Paraíso Perdido – John Milton)
¿Quién puede atribuirle un rasgo de dulzura al Demonio?.
Parece algo totalmente imposible.
... Pero la estatua lo logra.
Debido a una única lágrima que huye de los ojos fieros del ángel caído.
Es cómo si pudiéramos seguir el trayecto de esa lágrima, rostro abajo hasta perderse en el duro y obstinado mentón...
"Él ahora se dispuso a hablar (...)
Tres veces prueba y tres, aun a pesar del odio,
Lágrimas le brotan, que los Ángeles lloran." (Paraíso Perdido – John Milton)
Pero una sola resulta suficiente.
Lucifer llora por haberse convertido en Satán.
Llora por la Estrella de la Mañana perdida.
Por el Empíreo, el gozo glorioso y cegador que allí disfrutó (Portador de la Luz...), y su regia majestad hecha añicos.
Y quizás también (seguro) por haber abandonado a Dios para siempre.
El Infierno no es más que la ausencia de Dios. Y el Diablo debe saber eso mejor que nadie.
Adiós, regia corona enjoyada.
Ahora él es Príncipe de la Nada. De las Mentiras.
Príncipe de las Tinieblas.
Los ojos helados de la estatua parecen contemplar el abismo a sus pies...
Aunque... da la sensación... Es cómo si... fuera a levantar la cabeza de un momento a otro...
Para mirar a quién le mira.
Realmente, una obra de arte imperecedera.
Exquisito mármol insuflado de vida y sentimientos.
Y, cómo decía antes, una representación extrañamente hermosa para el Diablo.
Y es que, ¿cómo un espíritu etéreo, por muy bajo que haya descendido, podría perder su esencia (esencialmente) perfecta?.
Pueden representar rostros animales, figuras astadas, pezuñas hendidas de macho cabrío cuando muestren a Satán. Cosas que den asco, miedo, y repulsión por el Enemigo.
Pero habiendo sido el ángel más brillante de todos, ¿cómo poder creer que, aún Caído, perdiera la perfección sobrehumana, y en su lugar se transformara en un monstruo basado en fragmentos de animes del mundo humano?.
¿Por qué hay que creer que el Diablo asumiría una imagen repulsiva según los cánones humanos, siendo cómo es inimaginablemente superior a cualquier mortal?.
Y obviamente, ¿acaso la tentación no es algo que se muestra cómo apetecible, fascinante incluso, seductor?.
La misión de Satanás es “tentar”, indudablemente.
Pues menudo éxito, tratar de atraer a alguien hacia la oscuridad disfrazado de alimaña o de chivo barbudo de corral...
Cómo ejemplo, me gustaría señalar al demonio Mefistófeles de la leyenda alemana de “Fausto”.
Mefisto se representa cómo un hombre (si no atractivo, de rasgos enigmáticos y magnéticos) vestido de la cabeza a los pies con ropas cortesanas y a usanza de la moda de la época.
Pudiendo aparecer con la forma más espantosa y retorcida, Mefistófeles se muestra ante Fausto cómo “alguien”, de alguna manera, cautivador. “Alguien” que impresiona y atrae. Al fin y al cabo, su deber es arrastrar a Fausto a la perdición, y no ahuyentarle (y, por ende, salvarle) y perder así un pacto ventajoso para el Infierno.
A mi modo de ver, el aspecto de un Ángel Caído no parece ser algo que deba representarse bajo múltiples despropósitos de imaginativo bestiario medieval.
Además, ¿hubiera cautivado el Infierno la ficción y el imaginario popular, si no?.
Obras cómo “Paraíso Perdido” de Milton (cuyo Canto realmente parece dictado por la Musa Celeste), y una infinita lista de etcéteras, afirman que las personas nos hemos sentido fascinadas por el tema Angélico, la Caída, y los Demonios, desde hace tantísimo...
Fascinadas, se entiende, literaria, poética y artísticamente.
Ángeles y Demonios inspiran la pluma, la pintura, la escultura, la música, el cine...
Los ángeles por su bondad radiante, su ardiente amor.
Y los demonios... ¿por qué fascinan los demonios?.
No precisamente por su deformada condición.
De nuevo, las patas de cabra, las cabezas aberrantes, los miembros incongruentes, en suma, sólo mueven al asco y al terror. A la absoluta y total repulsión.
No brillan por su “seducción” ni su “magnetismo”, ¿verdad?.
Si los demonios sólo fueran monstruos vomitivos del Mal y del Caos, no llamarían la atención, en mi opinión. Se limitarían a aberrar.
Parece algo contradictorio, una extraña paradoja, pero lo fascinante en un Demonio se debe, ni más ni menos... a que en otro tiempo ha sido un Ángel.
Lo que tiene el poder de subyugar la imaginación no es el olor a azufre... Es la figura de un perdido Príncipe Celeste. Un ser hermoso, por ser un ángel; maldito,oscuro y perverso después de haber Caído.
Un poco cómo el típico príncipe maldito de los cuentos de hadas, a lo “La Bella y la Bestia”. Debe ser una especie de arquetipo intemporal.
Cómo quizás también lo sea que en el imaginario popular, el príncipe oscuro siempre se redima.
Quizás, una minúscula parte de nosotros, cuando hablamos sobre demonios (una parte inevitablemente humana incapaz de concebir una absoluta maldad y pervertido placer por el dolor ajeno), siempre les enfoca, aunque inconscientemente, hacia un poco de luz y redención.
Tratando de salvar a la hechizada Bestia con el poder de un beso. No lo sé.
Es más fácil, cómo lo fue para Milton y el larguísimo etcétera, escribir (y pensar en ella) sobre una criatura mixta. Innegablemente malvada y aterradora, pero cuya perversidad está mezclada con un dolor y una pérdida que la hacen más... sí, “humana”. Aunque suene loco.
Las personas siempre buscamos “humanizar” las cosas incomprensibles.
Que Satanás halla sido un ángel... Lucifer, nos hace interesarnos por él. Si hubiera sido meramente un ser de pesadilla desde el principio, no obtendría esa conmovedora lástima ni cosecharía tanto interés.
Mientras fue Lucifer, fue bondadoso y puro cómo cualquier otro ángel. Aunque después cayera y se volviera un ser despreciable.
Pero ya es algo. No tenemos que vérnoslas con un personaje (fuera de toda compresión humana) únicamente creado aborrecible y abominable.
Esto nos lo acerca más.
No entraremos hoy, no obstante, en el debate eterno de si el Diablo puede ser algún día redimido o no. Por mucho que quepa añadir que, a pesar de todo su Infierno, siempre será más fácil para él ascender que caer:
De ese Lago del Olvido no los ciega todavía,
Que nuestra natural tendencia es ascender
A la sede natalicia: el descenso y la caída
Son lo arduo."(Paraíso Perdido – John Milton)
Su esencia era “esencialmente” pura, no hay que olvidarlo.
Así, quizá ni toda su maldad posterior pueda hacerlo caer definitivamente.
Quién fue ángel una vez...
Quizás un día, hasta los demonios puedan volver a ser Criaturas de Dios, ¿quién sabe?.
En el fondo, lo duro para ellos, en teoría... es ser perversos, creados cómo estaban al principio para ser un reflejo de la bondad de Dios.
“Si Satanás pudiese amar, dejaría de ser un ángel malo.” (Santa Teresa de Jesús)
En estas palabras de Santa Teresa de Jesús parece resumirse toda la cuestión.
Si un día el Diablo fuera capaz de amar de nuevo, amar con ese antiguo y olvidado ardor divino... Propio de altísimo Serafín, y no de Rey de las Tinieblas...
Si pudiera volver su rostro, una vez más..., hacia ese Dios de Misericordia, hacia su Padre y Creador...
Quizás, entonces, dejaría de ser un Caído. Y volvería una vez más a ascender... Cómo si en la “gravedad” etérica de su cuerpo (cual pluma) jamás hubiera podido ser concebible, para empezar, la Caída.
martes, 13 de marzo de 2012
The Cat and The Moon
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhMfV3YMMVW_AAPMfKPhDh_NZemG5in_q1MajRL-A5RdxagmRdaNdgjKHJDuq0tEgas2rIpwkoVxcd0zv9GrVaLWFJBajrl4BYCXlg9FxGRighjoXbhWqhMmLWf2vqWQRsSpZAGzqi_ZUM/s400/421361_347006548675195_342178432491340_984744_715024524_n.jpg)
"El gato iba de un lugar a otro,
la luna daba vueltas como un trompo,
y el pariente más cercano a la luna,
ese gato furtivo, miraba hacia arriba.
El negro Minnaloushe contemplaba la luna,
vagando y maullando,
pues la luz pura y fría en el cielo
inquietaba su sangre animal.
Corre sobre la hierba Minnaloushe
levantando sus patas delicadas.
¿Bailas acaso, Minnaloushe?.
Cuando dos seres afines se encuentran
¿qué mejor que bailar?.
Tal vez la luna aprenderá,
cansada de costumbres cortesanas,
otro paso de danza.
Minnaloushe se desliza por la hierba
de un lugar a otro bañado por la luz
de la luna sagrada y elevada
que ha entrado en otra fase.
¿Acaso sabe Minnaloushe que sus discípulos
irán de cambio en cambio
y de llena a creciente,
y de creciente a llena cambiarán?.
Minnaloushe se desliza por la hierba,
solitario, importante, sabio,
levantando hacia la luna cambiante
esos ojos cambiantes."
(El Gato y La Luna ‒ W. B. Yeats)
domingo, 4 de marzo de 2012
The Boudoir
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhq6N96p0P-vnphHUKdotJYTuU0R-Vbf5IK8uWR3S8x5HzU7nTnLtg4-m1b-vjrzpS8AQz4ZpsfhxAzIZYSRjgXqFU-lpI8lFUV6vi4BBtum_5cfLvAKzAdPXSFvK3huC0JOoXbqkQX6u4/s400/La+Toilette.jpg)
"El sol de Venecia creará en mi pelo
un oro: augusto resultado
de toda alquimia. Mis cejas, parecidas
a puentes, las ves llevar hacia lo lejos
a causa del peligro silencioso
de los ojos, que un tráfico secreto
conecta con los canales, de tal modo que el mar
en ellos sube y baja y cambia.
Quien una vez me ha visto, tiene envidia a mi perro,
porque sobre él, a menudo, reposa la mano
adornada, invulnerable, en pausa distraída,
la que en ningún ardor se carboniza...
Y muchachos, esperanzas de antiguas estirpes,
perecen por mi boca como por un veneno."
(La Cortesana ‒ Rainer Maria Rilke)
jueves, 1 de marzo de 2012
The Song
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg-Z8P9uqfkN4xQHRuZ_ytWQQSUKrihLLv_8oVvpS8xe3zthIqEOEQ98I6jDVcvcU35Zpb0_mSqM4GRVFguosd-iLmc6ut4VuqLYyxnWYcuye9ciyun9gjSOGFI7_ZYJ-RYXZs0JZnLYJo/s400/16.jpg)
"En su fondo mi alma lleva un tierno secreto
solitario y perdido, que yace reposado;
mas a veces, mi pecho al tuyo respondiendo,
como antes vibra y tiembla de amor, desesperado.
Ardiendo en lenta llama, eterna pero oculta,
hay en su centro a modo de fúnebre velón,
pero su luz parece no haber brillado nunca:
ni alumbra ni combate mi negra situación.
¡No me olvides!... Si un día pasaras por mi tumba,
tu pensamiento un punto reclina en mí, perdido...
La pena que mi pecho no arrostrara, la única,
es pensar que en el tuyo pudiera hallar olvido.
Escucha, locas, tímidas, mis últimas palabras
‒la virtud a los muertos no niega ese favor‒;
dame... cuanto pedí. Dedícame una lágrima,
¡la sola recompensa en pago de tu amor!..."
(La Canción del Corsario – Lord Byron)
domingo, 26 de febrero de 2012
La Ondina del Lago Azul
“Mientras tanto, se desarrollaba cada vez más y más en Gabriel ‒a medida que avanzaba en la juventud‒ un carácter melancólico y raro.”
(...)
“El único placer de Gabriel era vagar día y noche por esas montañas, llevando por toda compañía algún libro de versos o cosa semejante, y su flauta inseparable; que no pocas veces oía yo resonar en la espesura de algún bosque o en las orillas de este lago, cuando pasaba con mi mulo cargado de leña para la casa de su padre, a quien ayudaba en sus faenas, siendo bien agradecido y recompensado, pues ‒según indiqué antes‒ Gabriel no le servía para nada.”
(...)
“En el momento en que llegaban a mis oídos los sones de la flauta, me detenía involuntariamente para escucharlos más tiempo, y tales eran de dulces y amorosos que solía alguna lágrima humedecer mis párpados, sintiéndome el corazón como si quisiera venírseme a los labios para responder con suspiros a las cosas tiernísimas que me revelaban aquellas melodías. ¡Oh señora! No penséis que exagero; la flauta de Gabriel no era un instrumento como otros de su clase: él hablaba por medio de ella todo cuanto quería, y aun creo que decía muchas veces más de lo que alcanzaba a comprender. Aquella flauta lloraba, gemía, cantaba, expresaba ardientes deseos, respondía a secretos pensamientos, articulaba misteriosas promesas, y hacía nacer de súbito dulces, aunque indeterminadas esperanzas.”
(...)
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiLD-EwdLFxFM4k5qss9nwnVVKkzWYa9HmFggEodOGPrM9L6BI9cPRUhTyQXcCBqft1y7hp8nWQa4zRnqd_mSouNvWn5DM4k0IY5KtB0wNctCsBUsjp3CEnGLQsn6byYQik2Pnapq3s-6E/s400/Magic.jpg)
“‒ (...) Yo la veo en los risueños albores de la aurora, como en los tristes crepúsculos de la tarde; a la deslumbradora claridad del astro del día, como a los destellos apacibles de la luna argentada. Tan pronto es la Sílfide aérea que hace ondear su vaporoso manto entre las nubes que coronan los montes; tan pronto la Dríade juguetona triscando por la esmaltada pradera o a la sombra de sus queridos bosques; o bien ‒con más frecuencia aún‒ la pálida y melancólica Ondina, dejando sus palacios de líquido zafiro para sonreírme cariñosa en esta orilla escarpada, oculta entre los arbustos balsámicos que riega cada día con su bella urna de nácar.”
(...)
“‒ (...) Déjame aquí con mis ensueños, con mis ilusiones, con mis delirios... Déjame con la compañera de mi soledad encantada, con mi rubia Ondina de nacarado seno y ojos color de cielo, que hace un momento recogía quizá desde su lecho de espumas los sonidos de mi flauta, que la repetía: ¡Te amo!.”
(...)
“En el instante de articular Gabriel esta última palabra ‒sin que me permitiese ni aun respirar el asombro con que escuchaba tan extraña jerga, que me hacía sospechar un trastorno en su juicio‒, en el mismo instante, señora, se movieron produciendo ruido los arbustos que le servían de respaldo, y ‒volviendo de pronto la cabeza‒ se encontraron mis ojos con otros ojos bellísimos, que parecían haber robado al lago el puro y transparente azul, con que brillaban entre el tupido ramaje. Los vi tan claramente cual veo ahora los vuestros; pero fue aquello un relámpago..., desaparecieron al punto, dejándome atónito, y preguntándome a mí mismo si era Gabriel quien estaba loco, o si debía yo creerme solemnísimo bruto, por no haber ni aun sospechado hasta entonces la existencia de aquellos hermosos seres sobrehumanos, que le prestaban compañía.”
(...)
“(...) Los ojos azules se habían desvanecido cual si fueran dos gotas de las ondas del lago, evaporadas por el calor del sol.”
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgDfOYVxeSOGt47YtXC8itiTBzFVf5VS8LDEhSs7DESrwd3blczvm2VTjPWqxyX50Vblent4GeGdhGaz14GDwg4EP8yE9lAUqknF8J-xc61Y1aWT9SAT3l65o4gTGlskhXBm_420_iybSM/s400/TheSiren.jpg)
"Costeando la izquierda del Adour nos dirigimos al lago verde, que contemplé con distraída mirada, no pudiendo perdonarle el no tener ‒como su compañero azul‒ alguna Ondina que lo poetizase, y cuyos ojos de esmeraldas viésemos resplandecer de repente entre los frondosos ramajes que le prestaban sombra y colorido.”
(...)
"¡Ay de quien rompa el velo de estas neblinas, acechando a la Reina de las Ondinas!. ¡Ay de quien pago de su espionaje aguarde cerca del lago!. "
(...)
“‒¡Cómo! ‒exclamó Gabriel‒: ¿la has visto pues?. ¿Dónde?. ¿Cuándo?. Habla, en nombre del cielo, amigo mío, dime qué le he hecho para que me prive de su presencia tres días seguidos, sin una palabra, sin un signo de recuerdo. ¡Qué!. ¿No has oído los gritos de mi alma llamándola día y noche?. ¿No sabe que la he jurado que si me abandonaba en la tierra, iría a buscarla a los abismos de las aguas?.”
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhifipRQZMQ5gH2eHu26Gyg5jrs00rh3qik9M8FhN5J-gUpmPeZv9R22WHlbeFIR5Ka4xzYLLp-ZOy3htYZ0DRld_Pgy026Ej2R3xyQkwSHlFV4vv9AMtBT0Wf-iJRTBh1GJTJEc-LxBgM/s400/the_fisherman_and_the_syren-large.jpg)
“Mesándome los cabellos de despecho, participé al triste padre aquel inesperado contratiempo, y sin perder instante montamos a caballo y nos dirigimos a galope tendido a las orillas del lago, donde nos parecía seguro encontrar al fugitivo. Pero nos engañamos. Desiertas aparecían ‒entre la bruma que las cubre siempre a tales horas‒ y reinaba en torno inacostumbrado silencio, que tenía algo de pavoroso.
Ya íbamos a abandonarlas para recorrer las cercanías, a las que trasladábamos nuestras ya una vez burladas esperanzas, cuando de pronto distinguí en tierra, medio cubierto por la húmeda yerba ‒que me pareció recientemente hollada‒, un objeto a cuya vista me sentí estremecido hasta la médula de los huesos. ¡Era la flauta de Gabriel...!”
miércoles, 22 de febrero de 2012
The Nightmare
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhiMC3yx6-uHx-03vV-5I1xcSUfQrh8NtQi9CB4H1pzI_KTn0qUoiK3z3i_00cxf97-rOWAUeocuAC3J434wsAfcHuEqXveSCCzCQwyjBdlmn48Z31bh_ADapc4PeFvA5vr9dC4IHzlUYc/s400/the_nightmare-large.jpg)
"La Pesadilla " de Füssli muestra el sueño inquieto de una mujer en manos del mal invisible en la noche.
Agazapado sobre el cuerpo agitado, y a la vez rendido de la durmiente, un Incubo convierte el descanso en una asfixia mareante.
Sin duda, la mujer está sufriendo numerosas y pegajosas Pesadillas, llena de ese calor horrible y esa angustia opresora en el pecho que deparan algunas noches fatales, en las que nos despertamos sudorosos y a la vez helados, con el corazón galopando cómo las yeguas de la noche, y las sienes palpitantes, llenos de un miedo sin nombre... Sin motivo aparente, y un desagrado cómo de nausea en el corazón al que no logramos encontrar explicación más que atribuirlo a una mala digestión de la cena.
Antiguamente, semejantes noches agotadoras y casi febriles eran atribuidas a esos monstruos... a los Íncubos y Sucúbos que muestra Füssli preferentemente en sus pinturas.
Quizás sea cierto que fueron una creación medieval de los monjes y monjas para justificar encuentros o demás fenómenos sexuales que para ellos estaban vedados. Echarle la culpa, vamos, al Diablo de sus propios errores.
Pero diversos e ilustres libros de Demonología desmienten esta teoría y hacen hincapié en la creencia en Íncubos y Sucúbos, ofreciendo una lista de arcaicos y enrevesados nombres que indican los miembros de esta casta infernal.
Füssli pintaba con un realismo casi sobrenatural esas truculentas escenas en que el mundo real quedaba saturado de ese otro espacio, habitualmente invisible, en que las cosas se deforman, y resultan abyectas y nauseabundas.
"La memoria es una especie de consumación, de renacimiento incluso. Un comienzo, pues los espacios que abre son lugares nuevos habitados por multitudes hasta ahora impensadas, nuevas especies cuyos movimientos se dirigen hacia nuevos objetivos (antes incluso de que fueran abandonados). " [
Esos “espacios” en que criaturas de bestiario demoníaco, rezumantes o contraídas, quebradas o malformadas, saltan y retozan entre los mortales que no advierten nada inusual a su alrededor... en ése asiento vacío (aparentemente vacío) junto a ellos, en la vigilia del sueño en que todos nos confiamos sobre la mullida almohada y bajo las cálidas mantas...
Para Füssli, nunca estamos solos.
Y eso no es algo tranquilizador.
En absoluto...
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiVztazLSaLs9lC0DRCyutbc65AeVtKcPdk1vyT7A3OXQwsavWdg9Ye9698VsOaSlTrPHxv8VDJk-gc2Fco5BnPz6xNO_BcOqd-ltTTuQMKreU2CSj1stEpkpY2kQB_DlfZOdlSsd_ds7Y/s400/faust071.jpg)
En alemán, el nombre del cuadro es un claro y morboso juego de palabras: “Nachtmahr” (Pesadilla) no sólo es la consecuencia del beso del Íncubo, si no que es el nombre del caballo de Mefistófeles. “Nachtmahr”...
No vamos a irnos muy lejos en la descripción de qué es exactamente un Íncubo.
Nada de compleja imaginería mágica ahora, gracias. Es algo demasiado largo y enrevesado para citar en estos momentos.
Apartemos descripciones más escabrosas, y por hoy no mencionemos en voz alta olvidados (y mejor que se quedaran así) nombres incomprensibles que le otorgan personalidad a una entidad de la noche más oscura.
Quedémonos, terrenal y meramente, en lo que dice la RAE:
"Íncubo: (Del lat. incŭbus). Se decía del diablo que, según la opinión vulgar, con apariencia de varón, tenía comercio carnal con una mujer. "
Y su contrapartida femenina, el Sucúbo.
Según los cuentos, no obstante, un Íncubo debe seducir a su víctima. Y por ello es un hombre hermoso el que se introduce en los sueños para alimentarse de la energía vital de su presa.
Quizás esto sea una visión del asunto demasiado sencilla y legendaria. Me quedo con la versión retorcida y repulsiva de Füssli.
Ese asqueroso diablo de figura bestial y viscosa, engendro aplastando con su horrible presencia el cuerpo de una inocente, cumple perfectamente con su papel de opresor de los sueños, lascivo y repelente visitante que hunde en la angustia y el horror a su paso.
Nadie, al verlo, pensaría en ninguna anterior naturaleza perdida. Y es mejor así. Aunque teóricamente la poseyera.
El demonio no está solo en la habitación oscura. Una Yegua de la Noche observa la escena con ojos tan saltones que parecen a punto de salir disparados de sus órbitas.
Tan aborrecible cómo su compañero el Íncubo, la visión de esa especie de caballo fantasmal enloquecería a quién pudiese verla.
Pero nadie la ve, sólo se presenta en las hora de sueño indefenso...
Negra cómo el carbón infernal, y una figura más de La Pesadilla. “Nachtmahr”...